Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Buenos Aires; XIII Jornadas de Obstetricia y Ginecología; 16 al 19 de Mayo de 1994, Bs. As.-Argentina
Este artículo compendia algunas ideas que expongo en un ensayo con el mismo nombre,y que forma parte de un libro en preparación.Las tesis que desarrollo fueron discutidas en el Foro de Psicoanálisis y Género en 1996 Texto editado por la Revista Topia Año 7, Nº 21, Nov 1997
La existencia de fuentes de placer generadas por el propio cuerpo no es un dato que habitualmente se incluya en la construcción de la subjetividad, lo cual enrarece las vinculaciones que la mujer puede tener consigo misma y con su cuerpo, fundándose de este modo una variable que conviene tener en cuenta en el análisis de la importancia de la sexualidad en el origen de diferentes síntomas asociados con el ser mujer. El déficit de lenguaje, de autorización social para pensar o referirse al placer, no es ajeno a la capacidad de simbolización de las mujeres. Capacidad particularmente significativa cuando es necesario anticipar los goces que podrán obtenerse de una relación sexual. Este fenómeno puede instalarse como mecanismo traumático y conviene tener presente que las situaciones traumáticas pueden constituirse en fuentes de hostilidad hacia otras personas.
Síntomas y sufrimientos
En cuanto al desarrollo de síntomas, el sufrimiento que las mujeres describen ante el profesional no necesariamente remite a su dolencia física. Si por sufrimiento entendemos una forma peculiar de asumir el dolor, podemos pensar que la sexualidad, vivida persecutoriamente, como fuente de conflictos, puede transformarse en núcleo de sufrimiento, ya sea por insatisfacción o por sometimiento a un varón que excede la demanda de la paciente, exigiéndole prácticas y ritmos que ella no está dispuesta a asumir.
En lo que respecta a «hacer síntoma» y retomando la perspectiva de un mecanismo de defensa, Freud describe las represiones tempranas, que corresponden a experiencias de la primera infancia y las represiones secundarias. La represión, cuya tarea es la de sofocar la cantidad de poder, de energía de la que pueda disponer una fantasía sexual o agresiva, realiza una especie de transacción con esa fantasía para mantenerla alejada de la mente y de la acción pero la transforma en síntoma. Hay «algo» que retrocede pero que será compensado sustitutivamente con un síntoma.
Desde la perspectiva de «hacer síntoma» en relación con la sexualidad, podríamos pensar en términos de represión, entendida como un mecanismo psíquico riesgoso. Se trataría de la represión de las representaciones mentales que genera la mujer en relación con su cuerpo, los contenidos y funciones del mismo. Por una parte, dichas representaciones producen las imágenes de mujer incompleta, frígida, lasciva, enferma, etc. Por otra parte, debiendo reconocer las reacciones de su cuerpo, en lo que hace al placer, se encuentra con un silencio sociocultural o con la omisión de la palabra materna al respecto. Es decir, represión promoviendo la falta de conciencia respecto de su derecho al placer sexual y respecto de la anatomía de su cuerpo que le ofrece la alternativa del clítoris como zona específica para el disfrute sexual, ajeno a la reproducción.
Es posible suponer que innumerables consultantes de los consultorios ginecológicos llegan la mismo sobrellevando represiones capaces de suscitar síntomas en distintos niveles.
También pueden surgir mecanismos fóbicos capaces de introducir síntomas en la vida de algunas mujeres, por ejemplo la fobia a hacer uso de la palabra cuando se trata de solicitarle al compañero una índole de caricia que ella sabe le producirá placer. La fobia a hablar de ese tema se asocia con el temor de mostrar algo que ella conoce, algo que sabe o imagina le producirá placer, suponiendo que el compañero podrá preguntarse cómo aprendió ella lo que sabe. Esta fobia se caracteriza por la huida o la evitación ante situaciones en las que la palabra podría guiar una situación sexual. Resulta alimentada por lasinhibiciones tempranas respecto del uso de la palabra para referirse al propio cuerpo.
Los mecanismos fóbicos son los que se ponen en marcha cuando la mujer solicita tener relaciones sexuales a oscuras, evitando la luz y no necesariamente por razones estéticas sino intentando impedir que su goce le sea descubierto en el rostro.
El aprendizaje que la condujo a creer que su cuerpo es fuente de suciedad, debido a la menstruación o a la emisión circunstancial de flujo, adquiere eficacia en la construcción de mecanismos obsesivostendientes a controlar permanentemente la higiene de sus genitales o bien a limitar la espontaneidad de una relación sexual, temiendo «no estar suficientemente limpia». También entran en juego cuando se intenta prever todo detalle de lo que será la relación sexual o la vida sexual, frenando la posibilidad de sorpresa y suspenso.
La sexualidad «hace síntoma» además en la humillación que puede acompañar las prácticas sexuales de una paciente. La humillación es un sentimiento, un afecto cuyo origen se remonta a los dos años de vida y se vincula con lo que denominamos la analidad: el momento en que la materia fecal, no pudiendo ser retenida voluntariamente por el niño o la niña, se evacúa sin poder ser detenida, ensuciándolo/a y dejándolo a merced de esa pérdida que, además se produce a sus espaldas. Ese sentimiento temprano de humillación quizá no sea ajeno a la aparición de lo que ha dado en llamarse masoquismo femenino. Fenómeno que puede considerarse otro de los síntomas vinculados con la sexualidad y que puede presentarse de modo tal que resulte «normal», perdiendo su calidad de síntoma. Actualmente se lo estudia en relación con el sometimiento a la figura materna y no necesariamente desde la perspectiva tradicional de encontrar placer en el sufrimiento. Sin embargo, la política de queja permanente que instituyen algunas mujeres, sin intentar modificar la situación que les producesufrimiento, permite suponer que se han habituado a sufrir, encontrando algún placer en ello, lo cual funciona como síntoma al relatar las características de sus relaciones sexuales, descriptas sistemáticamente como displacenteras. En estos casos queja y soporte masoquista constituyen un aprendizaje social y psicológico resultante, a su vez de la convicción que el destino de la mujer es el sufrimiento, el sacrificio y el entrenamiento en tolerar cualquier invasión a sucondición de sujeto.
Paralelamente a la humillación encontramos la vergüenza que, en conjunto con la obediencia, constituyen ordenadores claves en la construcción de la subjetividad de la mujer. La vergüenza considerada un valor de la femineidad, asociada con el pudor, es un sentimiento cuyas características contradictorias reclama un análisis de la función de las paradojas en el género mujer. Constituye fuente de síntomas y patologías y requiere un espacio mayor para su desarrollo.
La necesidad de ocultar el propio deseo sexual puede coadyuvar en la construcción de mecanismos reivindicativos que se expresan fuera de los ámbitos de la sexualidad, argumentando permanentemente en el sentido de «tener razón», es decir, de vincularse de manera hostil con el compañero, intentando una descalificación permanente. O sea, propiciando un vínculo con características querellantes.
La exhibición del cuerpo, con la intención de lograr amor y admiración puede expresar síntomas histéricos: es decir, promesas de relaciones sexuales incumplidas, promesas que no fueron tales para la mujer y que también forma parte de un aprendizaje social y de un entrenamiento propuesto por el patriarcado que sistemáticamente la posicionó como objeto estético. (Este punto reclama una cuidadosa exposición y no el recorte que realizo por razones de espacio.) Suponer que debe encantar al varón, puede «hacer síntoma» en niveles histéricos asociados con la seducción y el exhibicionismo.
Cualquiera de los mecanismos y modalidades enunciados a lo largo de este artículo exige su referencia psicopatológica, correspondiente a la persona que consulta. La presentación genérica de los mismos sólo ha cumplido una función enunciadora, destinada a plantear una perspectiva elaborada desde los estudios de género, partiendo desde el género mujer.