Niños violentos

Publicado en Pagina 12

La preocupaci-n parece la misma, pero no lo es ; mientras algunos se preguntan «ÀC-mo es posible que los chicos maten, roben, trompeen, destruyan»? otros piensan :»ÀQuŽ tenemos que hacer para proteger a los chicos y evitar que desemboquen en esas violencias? «. La diferencia de ambas preguntas es de fondo ; la primera pregunta propone una lectura paranoica: los chicos se han vuelto malos y peligrosos, y no se comportan de acuerdo con la definici-n de ni-ez que los adultos inventamos. La segunda pregunta abre las compuertas de la impotencia-que ven’an sobrecarg‡ndose con chicos de la calle hace dŽcadas-y se propone navegar contra la corriente que fecunda las v’speras del 2000.
Pero para quienes fueron v’ctimas de determinadas violencias no se trata de paranoia sino de criterio de realidad :» Este grupo de chicos asalt- a mi hijo, que era de la misma edad que ellos, le robaron la bicicleta y la campera. No ten’an m‡s de diez a-os». O bien : » Un chico de doce a-os le peg- a mi cu-ada que es maestra en una escuela primaria «. Estos ni-os – a veces ni-as- que por el momento constituyen una minor’a Àson mutantes?
El invento de «la ni-ez» obediente y angelical , emblema que los adultos precisamos promover ( para imaginar que, en algœn per’odo de nuestra vida fuimos puros e ingenuos) tropieza, cada vez con mayor frecuencia, con las acciones de aquellos chicos y chicas que se ocupan de desafiarlo.Entonces, r‡pidamente, se recurre a la explicaci-n salvadora : los malos ejemplos que propone la televisi-n- expendedora de violencias de distinto calibre- de modo que la responsabilidad de la violencia se concentra en la caja boba . O sea, se reincide en la interpretaci-n paranoide de los hechos : la responsabilidad es de otros.
No se puede preveer qué van a hacer
El tema se complica cuando leemos que entre los a-os 1898 y 1911 ingresaron al asilo c‡rcel del Buen Pastor 689 menores mujeres , es decir, el 19,21% de la poblaci-n de ese establecimiento y descubrimos que 129 de ellas eran ni-as menores de 10 a-os. Ser’a preciso analizar los motivos para dicha internaci-n, probablemente abandono, pero algunos historiadores no dudan en asociar a las ni-as con prostituci-n y vagancia. Los datos que provienen de las transgresiones de los varones responden a lo que suced’a en otros pa’ses.Sin embargo, no hab’a tevŽ en aquella Žpoca. Tampoco en 1862 cuando en el R’o de la Plata se design- un Padre de Menores y HuŽrfanos «por haber muchos ni-os (…) descarriados con mucha necesidad y sin amparo y muchas doncellas ni-as e hijos en poder de padres y madres pobres que por no poder sustentarlos vienen a tomar algunos vicios con que se distraen y se pierden»
ÀCon esto quiero decir que siempre hubo chicos y chicas desbordados en sus conductas? No, porque si existe un argumento tramposo es aquel que se apoya en la frase :»Siempre fuŽ as'», mediante el cual se sustituye el juicio cr’tico por una generalizaci-n simplificadora que no explica hecho alguno. Intento situar el tema en un contexto que remite nuestra historia pasada ,dado que los chicos cabalgan una historia actual que , segun la posmodernidad, agoniza . Es la historia del que satura de pu-aladas a su ex novia, o de los chicos que en Inglaterra matan a otro (m‡s peque-o ),o del que le tira un puntazo a una compa-era,o de los que calzan navaja en la escuel . Es la historia de las historias que se caen del borde de lo previsible, para avanzar en territorios de la incertidumbre acerca de los pr‡cticas violentas que pueden protagonizar los chicos.
Alguien que pate- el tablero
La violencia se ha convertido en una palabra transparente : parecer’a que pronunciarla pudiese convocar s’ntesis y saberes. Asociada con las bestias y con la irracionalidad, se la describe como alteraci-n de la «condici-n» humana. Afortunadamente pudimos mirar c-mo, una gorila normal , reconoci- lo que precisaba una cr’a de otra especie que acababa de caer dentro del predio de los monos , y la devolvi- al mundo civilizado .La violencia que puso en juego fuŽ la de patear el tablero que los humanos constru’mos para ejemplificar las conductas violentas con los procedimientos de los animales.
Violencia podr’an considerarse aquellas acci-nes o situaci-nes (que incluyen palabras) cuyas caracter’sticas desaforadas, exasperadas, transforman en acto un poder que,por lo general ,no ha ha sido legitimado.(Sin embargo las SS de la Alemania nazi contaron con poder legal y leg’timo).En cambio la agresi-n(que a menudo precisamos poner en pr‡ctica para defendernos) ,cuando se acompa-a de intenci-n destructiva, tiende a da-ar a propiedades y personas ya sea de modo f’sico, psiquico o social. No es sencillo diferenciar los matices,y adem‡s es imprescindible discernir entre violencia en la escuela( no todos los establecimientos escolares tienen las mismas caracter’sticas en cuanto a poblaci-n, entorno ecologico, etc),en la casa,en el barrio, o bien contra adultos, o contra otros chicos
ÀPor quŽ la violencia protagonizada por los ni-os asombra tanto?
Lo que no podemos pasar por alto es que las pr‡cticas violentas tiene historia : lo que significaba una agresi-n hace treinta a-os,una «mala» palabra en boca de una criatura,hoy en d’a forma parte del lŽxico reconocido socialmente. Tampoco es recomendable desconocer las estad’sticas que presentan los especialistas y que est‡n muy lejos de un universo de ni-os que militan en las violencias: eso s’, las que se conocen logran una extraordinaria notoriedad. Parecer’a que subrayar la presencia de estos actos violentos facilitara la omisi-n de algunas conclusiones fundamentales que encogen nuestro narcisismo , por ejemplo, advertir que el hecho de ser padre , docente o adulto no es sufciente para saber c-mo entenderse con los chicos, ni para que ellos tomen en cuenta lo que les decimos, o para que quieran parecerse a nosotros cuando crezcan.
Hace a-os que los chicos vienen inventando sus propias ideas acerca de las jerarqu’as mientras los adultos observ‡bamos c-mo ca’an las nuestras,sin que atin‡ramos a sustitu’rlas por otras, como no fuera endiosar el consumismo. La ca’da de las jerarqu’as es un tema que analiza la posmodernidad pero que no llama la atenci-n respecto de las jerarqu’as que producen los chicos Las antiguas jerarqu’as :la se-ora directora,el abuelo, los padres, la profesora, y otras , simb-licas del estudio,la dedicaci-n, el esfuerzo ,no son representativas de los intereses de estos chicos violentos .Por lo tanto el lugar que ocupan puede ser invadido . Trompear a una profesora,insultarla requiere sin duda un diagn-stico personalizado,pero cuado el fen-meno se reitera es preciso complejizar la lectura del problema,en p‡rticular porque desafiar a la autoridad,vulnerarla y humillarla puede prestigiar ante los compa-eros. Ganar, ser un ganador, funciona como un mandato y quedan atrapados por esa coerci-n que no llegan a reconocer como tal. Entonces interpretan su conducta como un triunfo a partir del cual crean un mundo propio donde prevalece la practica de la violencia, creyendo que de ese modo se parecen -o son iguales- a los adultos violentos que ellos admiran,justamente porque tienen prestigio .
Lo grave es que suponen que ambos coinciden en la misma concepci-n del mundo y generan con ellos una alianza imaginaria,pero de formsa tal que esa «alianza» no se note; sino que esperan ser reconocidos como formando parte del mismo mundo de quienes disponen del poder. Lo cual termina sucediendo de ese modo, ya que es frecuente que el tratamiento que algunos medios de comunicaci-n le otorgan a los episodios -protagonizados por chicos, tiene los mismos titulares,el mismo centimetraje y las mismas camaras de teve que las que se ocupan de los adultos que delinquen.
Adem‡s,cabe preguntarnos por quŽ suponemos que los chicos, con menor socializaci-n que los adultos, tendr’an que ser, todos ellos, no-violentos.
Los mercados y las jerarqu’as toxicas.
Han aprendido que prestigio y jerarqu’a se cotizan muy bien en el mercado de intercambios sociales. Los psicoanalistas podemos suponer que estos chicos est‡n intoxicados por su propio mundo pulsional /destructivo; pero tambiŽn sabemos que, cuando una ni-a de diez a-os nos dice :»A esa minita-una compa-era de grado- le voy a bajar los dientes cuando salga de la escuela» la escena se desarrollar‡ en la calle, delante de un grupo de compa-eros que tal vez esperar‡n cierto tiempo antes de separarlas. .ÀPor quŽ precisan ganar en ese territorio de la jerarqu’a? No lo se. Imagino que as’ como han ca’do para nosotros muchas de las jerarqu’as que mir‡bamos con respeto, tambiŽn cay- la jerarqu’a ni-o / ni-a : hizo falta la Declaraci-n de los Derechos del Ni-o para inaugurar una tradici-n pol’tica acerca de los derechos y del modo de comprender a los m‡s chicos.
Los chicos que ejercen violencia aprendieron, igual que casi todos, que el merca do es parte fundante de la existencia humana actual. Y que merced a Žl se logra satisfacci-n y bienestar .Sobre todo , darse el gusto, aunque finalice con un castigo, es fundamental para ellos. ÀCu‡l ser‡ el gusto del cual tienen nostalgia? El gusto,À se referir‡ a la mera satisfacci-n, a «sacarse las ganas»? «Me d’ el gusto», dicen, o «me saquŽ las ganas…» Las ganas como algo de lo que deb’an desprenderse ,al mismo tiempo que usan su cuerpo para adherir en sus brazos y en sus piernas las calcoman’as con figuras diversas, y que presagian tatuajes posteriores. Las ganas entonces se transforman en crearse una nueva piel que los identifique con las ideas y las jerarqu’as que prefieren. Claro, no s-lo los chicos que practican la violencia se empapelan con calcoman’as, pero lo que sucede es que los violentos necesitan sentirse merecedores de llevar escrito en la piel el simbolo de poder que eligieron.Y que corrige el envoltorio que pap‡ y mam‡ le aportaron
ÀQuŽ hacer con losni-os y ni-as que ejercen violencia?
Hay mucha gente cuya dedicaci-n a los chicos consigue regular la aparicion de violencias. Sabe que navega contra la corriente de la pobreza, del consumismo,de la trivialidad . No son ganadores segœn el modelo imperante pero consiguen ense-ar la diferencia que hay entre ser ganador y ser valiente.Y en este sentido los chicos n o se confunden : saben que los valientes de la teve son actores. El guion que organiza y recrea las violencias del siglo ha sido escrito- y continœa siŽndolo- por innumerables autores : imaginar una sociedad sin conflictos de esta ‘ndole es ingenuo . Tan ingenuo como suponer que los chicos que habitan este planeta, no correr‡n el riesgo de fascinarse con procedimientos violentos. En cambio, navegar contra la corriente de la violencia, no es ingenuo, cuando se trata de entender a los chicos. Es obligatorio, para quienes no precisen ser ganadores, sino responsables.

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