Se define a la niña como madre en potencia, marcándole un destino insustituíble, desde el inicio de su vida.Por otra parte, la púber que ha parido y a la cual se denomina niña, queda socialmente posicionada como cuidadora de un bebe:se espera que ella se haga cargo del hijo, en cuyo caso será :»bien» calificada.No se toma en cuenta que ella también es una» menor» necesitada de atenciones y protección.
Una de las dificultades para comprender la índole de esta semantización, reside en que ,entre nosotros, así como en otras culturas, ser niña se limita a figurar en el diccionario como el femenino de niño.(Giberti 1996)
Estimo imprescindible revisar la utilización de la expresión madre-niña, cuya aplicación distorsiona la identidad de esa mujer que transita el estadio de niñez(**). Y que como tal, no puede concebir. Suponer que se trata de una aplicación metafórica del vocablo «niña»para referirse a la inocencia de la protagonista resutaría, por lo menos,ingenuo. Diferenciemos los planteos de quienes usan la expresión: uno es aquel que sustituye «adolescente» y «joven» por niña, a lo largo de su exposición(como en el citado aporte de A.Pantelides),lo que autoriza a pensar que se trata de una clasificación etaria referida concretamente al período de vida en el cualse produce el embarazo, y otro muy distinto es referirse a la «niña»‘en tanto víctima .
El estatuto de víctima ,en este modelo, incluye necesariamente la edad pero no se circunscribe a ella-como puede hacerlo la demografía o la estadística, según sea la interpretación de las variables que utilice- sino que se caracteriza por los valores éticos que pone en juego,la posición de inermidad de la víctima y el abuso de poder del victimario y del embarazo como efecto de ese abuso sexual .Lo cual es notoriamente diferente de crear estadísticas por edad de quienes paren, de su grado de alfabetización y de su habitat .
La historia de la niña, incluye como dato relevante esta semantización perversa,que encubre el goce de quien la pronuncia o escribe al imaginar o descontar ,conciente o inconcientemente, las relaciones sexuales que debió mantener esa «niña»
Esta expresión , naturalizada por los medios de comunicación, apunta a un convencimiento compartido por innumerables hombres y no pocas mujeres : el género femenino ha sido creado para satisfacer a los hombres, de modo que no importa a qué edad se comience a cumplir con ese destino de servidumbre. De allí que pueda ser una nena la involucrada en estas relaciones que finalizan, desde esta lógica, en unamadre-niña.
El desliz semántico aparece con frecuencia, aun en boca de quienes por razones de formación profesional, podrían estar advertidos/as acerca del tema: sin duda la presión del imaginario social que todos y todas sobrellevamos, facilita la implementación de este modo de hablar. Insistir en su repetición es lo que torna sospechosa la significación inconciente que la frase pueda tener para cada pérsona que la emite o escribe. Cuando así hablan las mujeres, es posible preguntarse si no estarán reproduciendo encierros de su propia infancia, como si se tratase de un encadenamiento muy difícil de cortar y que anuda a las generaciones de mujeres mediante una marca que se instituye cuando la niña sólo puede aceptarla. Como la violación o el abuso.
Un alguien que, cualquiera fuese la promesaque haga, y aun en ausencia de ella, permite que la púber construya una vivencia de bienestar o alivio, y le aporta la ilusión de un bien afectivo anhelado , del que muy a menudo no dispuso en su familia.
La fantasía del hijo suele funcionar como un ordenador para algunas adolescentes que imaginan, de ese modo, cumplir con un destino impuesto que corresponde a su género;es decir, una manera de permanecer ordenadas frente a la remezón de las pulsiones sexuales, genitalizadas, que pugnan por expresarse en el encuentro con un varón que la separe y diferencie de su propio grupo de familia.
Suele suceder, de acuerdo con las entrevistas realizadas con adolescentes y púberes de clases populares en distintas provincias, que «la entrega» sea vivida por ella como un don hacia el varón. Pero conjeturamos que ella entrega lo que en realidad desearía recibir: ternura, apasionamiento y completud (que imagina obtener al acoplarse con el otro género). Tal vez, una búsqueda de seguridad y alivio respecto de otras actividades de su vida, habitualmente frustrantes y rutinarias. Ella promete «dar» algo, lo cual en realidad así sucede, porque lo que brinda es la total exposición de su capacidad reproductora (además del goce que el varón pudiera obtener), a cambio de la ilusión de recibir seguridad y afecto que, confía, sean sostenidos.
Más allá de la variables que es preciso tener en cuenta para el análisis de las gravideces durante la pubertad y la adolescencia, importa señalar que, esa necesidad por parte de un varón, calificado por el solo hecho de serlo, incide firmemente en estas primeras experiencias sexuales que desembocan en embarazo, dejando las violaciones fuera de esta descripción.
Otra índole de análisis correspondería a la eficacia de la pulsiones sexuales y los deseos y fantasías de hijo que reclaman un abordaje pormenorizado.
Una intención de este artículo reside en señalar que se define a la niña como madre en potencia, marcándole un destino ins
La fantasía del hijo suele funcionar como un ordenador para algunas adolescentes que imaginan, de ese modo, cumplir con un destino impuesto que corresponde a su género;es decir, una manera de permanecer ordenadas frente a la remezón de las pulsiones sexuales, genitalizadas, que pugnan por expresarse en el encuentro con un varón que la separe y diferencie de su propio grupo de familia.
Suele suceder, de acuerdo con las entrevistas realizadas con adolescentes y púberes de clases populares en distintas provincias, que «la entrega» sea vivida por ella como un don hacia el varón. Pero conjeturamos que ella entrega lo que en realidad desearía recibir: ternura, apasionamiento y completud (que imagina obtener al acoplarse con el otro género). Tal vez, una búsqueda de seguridad y alivio respecto de otras actividades de su vida, habitualmente frustrantes y rutinarias. Ella promete «dar» algo, lo cual en realidad así sucede, porque lo que brinda es la total exposición de su capacidad reproductora (además del goce que el varón pudiera obtener), a cambio de la ilusión de recibir seguridad y afecto que, confía, sean sostenidos.
Más allá de la variables que es preciso tener en cuenta para el análisis de las gravideces durante la pubertad y la adolescencia, importa señalar que, esa necesidad por parte de un varón, calificado por el solo hecho de serlo, incide firmemente en estas primeras experiencias sexuales que desembocan en embarazo, dejando las violaciones fuera de esta descripción.
Otra índole de análisis correspondería a la eficacia de la pulsiones sexuales y los deseos y fantasías de hijo que reclaman un abordaje pormenorizado.
En lo que respecta al análisis de la situación de la púber gestante, es preciso discernir entre aquellas que padecían abuso sexual antes de su menarca, de aquellas otras que inician sus relaciones sexuales (o son abusadas) a posteriori y diferenciarlas de aquellas que habrán de afirmar que «ellas quisieron» mantener relaciones con un hombre determinado, que pudo haber sido un novio o compañero de edad semejante;o bien un adulto con quien ella admite haber constituido pareja voluntariamente (voluntad que abre un capítulo para la discusión ).
Estas diferenciaciones, necesarias para compaginar, el tema, suelen abolirse cuando comprendemos que, al margen de aquellas púberes que no entienden qué les sucedió, otras incluyen la práctica sexual en el ámbito de sus fantasías acerca de «tener un hijo» como única forma de poseer algo propio. Me refiero a las púberes y adolescentesque sobrellevan carencias afectivas, y que sólo en el momento del abrazo masculino sienten que son necesarias para alguien.Giberti E.(1996)