Por Eva Giberti
Publicado en Página/12
Los hijos adoptivos suelen fantasear que tienen hermanos que existirian en alguna parte, es decir, imaginan a otras criaturas que ellos denominan hermanos y piensan que tal vez-esos otros- desearian comunicarse con ellos. Como si esos hipotéticos hermanos tuviesen conocimiento de la existencia del adoptivo al que querrian conectar.
No es difícil suponer que el proceso es el opuesto: hijos adoptivos imaginando que tienen “hermanos” a los que desearian conocer. Fantasia que se incrementa durante la adolescencia cuando por ejemplo una adolescente en consulta me preguntó, afirmando:”Vos conoces mejor que yo la historia de mi adopción. Vos sabes si yo tengo hermanos, a mi no me lo quieren decir… “
¿Podriamos hablar de “hermanos” cuando el niño adoptivo fue cedido por su madre de origen poco tiempo despues de nacer y, adopción plena mediante, no mantuvo ningún contacto con la familia adoptante?
¿Alcanzaria con la filiación consanguínea para decretar la fraternidad entre los hijos habidos anteriormente al nacimiento de la criatura que fue cedida en adopción? ¿Es suficiente la consanguinidad para hablar de “hermanos”? Para la fantasia y los deseos de los adoptivos parece ser suficiente porque se refiren a esas inexistentes personas-para ellos- como si realmente fuesen hermanos.
Los que estuvieron antes…
Comencemos entonces por algunas experiencias: ese otro niño, nacido de la misma madre, años antes de aquel que fuera cedido en adopción, quizás presenció el ambarazo de esa mujer y se enteró que le habia nacido un hermano.Quizás tambien acompañó a su madre al hospital. Pero poco tiempo despues , ese bebe de pocos dias o con seis o siete mese de edad dejó de formar parte de su cotidianidad: habia sido cedido en adopción.No obstante él sabe que tuvo un hermano. Poco y nada se ha ocupado la Psicologia de estos primeros niños que advienen a la categoria de desaparecidos para el hermano mayor quien un dia cualquiera dejó de tener contacto con ese bebe.Para esos hermanos mayores existió un hermano que se perdió. Y asi lo cuentan :”Un dia mi mamá nos dijo que el más chiquito no volveria a vernos porque estaba con una familia que lo iba a criar…” Pareceria que allí finalizasen estas historia.Dudo que asi sea para esos hermanos mayores que ,ellos si, tuvieron contacto con ese niño que fue su semejante y su prójimo.
El semejante(simile) remite a quien se nos parece en tanto persona física inserta en lo social.Prójimo,cuya etimologia se asocia con vecindad,cercania, se asienta en una concepción topográfica: aquel que se encuentra cercano.Más tarde adquirió una significación relativa a la solidaridad que le debemos a ese prójimo. Si bien no están cercanos, es probable que exista semejanza física entre aquellos que existieron antes que el adoptivo que hoy los reclama o requiere,aunque provengan de padres diferentes:el sello de la madre de origen persiste en ambos.Además se trata de la semejanza entre seres humanos.
De pronto, ese otro hijo de aquella mujer adviene a la categoria de “hermano” que le otorga el hijo del que ella se desprendió.
¿Se podrá nominar como “hermanos” a aquellos que no se sabe si existen? Así lo nombra el adoptivo pensando que comparten consanguinidad (en realidad dice que “tuvieron la misma mamá”) Para el hijo adoptivo cuenta el deseo, el apetito y la necesidad de conocer aquel capitulo que está escondido en la maraña del origen.Entonces nomina como “hermano” al soporte humano de un misterio con quien quizá compartió cercania ,y aún contacto pero sin saber que estaba enlazándose con un hermano,porque en ese entonces su estatuto era el de un bebe que no sabía de filiaciones.En algún momento la fratria inicialpudo haber compartido la consanguinidad y algun contacto corporal.
Extraña coyuntura que adquiere realce en su calidad de enigma doblemente apuntalado por la curiosidad actualizada del adoptivo y resignada ausencia por parte de los mayores que solo recuerdan,algnos de ellos.”Tuve un hermanito pero nunca supe de él…”
La pulsión de saber y el otro
El hijo adoptivo no sólo fantasea con hipotéticos hermanos, suele mencionarlo y su saber depende de lo que sus padres hayan obtenido como datos ciertos,y de su voluntad de informar. Lo verbalice o no, la pulsión de saber, de investigar y descubrir persiste latente,a veces de manera muy inquietante para la familia adoptiva. Cuando conocen la historia dudan si contarlo o no,y si no han sido informados-lo cual seria grave- la pulsión del hijo se torna reclamo doméstico en su afán de saber. Lo cual aparece de una manera desordenante en una familia que adoptó a una criatura sin hermanos,por lo menos en lo que al adoptar se refiere.No imaginan que ese misterio que el hijo incorpora puede significar una traumatismo para él.No necesariamente pero si el adoptivo lo convierte en enigma- algo que no se puede comprender- la imaginada fratria se atraganta porque se instala como lo pendiente que genera una resignación hostil.”Nunca podré saber si por el mundo anda caminando alguien que se me parece…” me decia una adoptiva adulta,más allá de las embestidas verbales de los adolescentes que en consulta imaginan a la terapeuta como aliada del secreto parental guardado.A veces disponemos de información pero son los padres quienes deben hacerse cargo de aquello que conocen.
Porque el hijo precisa corroborar la existencia de ese otro para que por fin sea otro.Sin que interese conocerlo personalmente.No es preciso que se emprenda ese viaje en busca del desconocido, alcanza, casi siempre, con saber que más allá de lo consanguíneo hay otro.Un otro diferente que transforma en alguien “distinto” al adoptivo,porque aceptar la existencia de ese otro si bien no genera una fratria, una hermandad, podria hacerlo si se realizara un encuentro.Es decir, ese otro hijo de la misma madre de origen se convertiria en otro trascendente para el hijo adoptivo . De allí que la fantasia de:”Yo quiero saber si tengo hermanos…” abre un sendero que transforma a ese sujeto misterioso, que no existe en la cotidianidad familiar, en otra persona que incluye una rudimentaria forma de trascendencia en los monólogos del adoptivo cuando se cuenta a sí mismo las historias que habrian vivido-o podrian vivir- él o ella y sus hermanos. Que siempre se imaginan idealizados como simpáticos y fuertes,ya sean varones o mujeres.Fuertes en el sentido de “haber vivido experiencias distintas de las que pudo transitar el adoptivo”.Asi describen a esos hipotéticos “hermanos” a los que suponen con historias de vida “interesantes”. No obstante,en algunas oportunidades, los adoptivos adolescentes fantasean con hermanos que podrian padecer necesidades y pobrezas.Asi me lo comentaba un adolescente al referirse a la provincia donde habia nacido,inundada en grandes zonas:”Si tengo hermanos seguramente estarán evacuados, deben precisar ayuda porque son pobres …” ya que la información acerca de su adopción se atribuyó a la pobreza de su madre de origen .
O sea, el caudal imaginativo que se acumula alrededor de estos hermanos –que suelen existir- configura una significativa riqueza en la construcción de la subjetividad de los adoptivos, varones y mujeres. Transcurrir cada dia fantaseando,imaginando que en alguna parte existe otro que podria abrazarse fraternalmente,con el soporte que la genética autorizaria, no es una dimensión menor en la subjetividad de los adoptivos. Merece la atención de quien convive con ellos,por lo menos para suponer que ése podria ser uno de los secretos que los adoptivos transportan sin necesidad de conversarlo diariamente.O presionando fuertemente en busca de una información concreta.Que abre otro capítulo.