La obediencia y la violación en la fantasía de la mujer, Primera Parte

Publicado en Revista del Ateneo Psicoanalitico, Nº 2; Bs. As; 1999

Comencemos por la etimología de obediencia y sus derivados(Sopena1997): proviene del latin audio, audire, oír, escuchar, decidir qué es lo que se quiere escuchar, según de quien provenga, o bien, depender de determinada escucha; Cicerón es explícito cuando afirma: Noe ego sapientam istam,non audiam.. «Ciertamente yo no escucharé (obedeceré) los consejos de una tal sabiduría», así como Plauto, cuando precisó responder «Obedezco» pronunció: Dicto sum autiens.
En los orígenes de la obediencia que implica uno/a que habla=manda y otro/a que escucha=obedece, encontramos la temprana relación madre/niño-niña; a partir de la diferenciación de sexos y de géneros, el varón y la niñita se relacionarán de manera diferente con una mujer, la madre, de quien proviene la palabra escuchada y obedecida, sin que ello signifique exclusión del padre.
Para determinadas mujeres la obediencia resulta de su entrenamiento como sujeto incluído en un género, como si obedecer constituyese una conducta»natural y específica» de las mujeres, categorías ambas mediante las cuales se logra encubrir los dispositivos de poder gestados para invisibilizar la imposición de la obediencia como una forma del sometimiento y de la subordinación.(Giberti 1992 ).
A partir de esta concepción del género mujer, la obediencia adquirió significado de bondad y clausuró o limitó durante siglos las iniciativas que podrían surgir de dicho género; excepción hecha de las decisiones de desobedecer cada vez que el género mujer puso en juego el juicio crítico y avanzó en su deseo de saber y su correlativo, el deseo hostil(Freud 1905; 1895; 1895-1950) . Ambos se ilustran con la pléyade de transgresiones y desobediencias que jalonan de historia de las mujeres.
La obediencia no remite exclusivamente a la generalización que implica mencionar la violencia invisible, (Giberti E.-Fernández A.1988) lo cual constituye una lectura política de esa obediencia, definida desde la categoría lucha y oposición entre el género mujer y el genero varón. Responde también a otras dimensiones que reclaman una focalización desde las producciones del psiquismo y que incluyen diversos matices de la sumisión,(psicopatológicos o no, a veces coyunturales y concientemente jugados) y «la entrega» al partenaire durante el acto sexual semantización habitual y tramposa ya que, cuando realmente ocurre es la antítesis de la sumisión (Giberti E. 1998. a)
Leyenda de Eros y Psyché (Apuleyo 1969)
Esta leyenda se origina en la remota Antigüedad; se la rastrea en Egipto, en Persia y en la India. Durante los tiempos greco-romanos se reprodujeron las imágenes de ambos en vasos y cerámicas y a partir del año 236 aparecieron grabadas en medallas y en tumbas.
Había una vez un rey y una reina que tenían una hija tan hermosa que por ella los mortales posponían el culto a Venus. La diosa,furiosa por esta competencia, decidió enviar a su hijo Eros para que la vengara. Eros debía lograr que la joven Psyché cayera rendidamente enamorada del ser más monstruosamente feo que fuese posible.
Los padres de Psyche advertidos por un oráculo de la venganza que se proponía la diosa, acordaron prescindir de una hija tan peligrosa y la transladaron a un monte lejano donde la abandonaron a su suerte. Solitaria, la joven se adormeció hasta que de pronto apareció un Zefiro que la levantó en sus brazos y la condujo por los aires hasta un castillo maravilloso, donde la esperaba un esposo invisible.
Se convirtieron en pareja y disfrutaron de relaciones sexuales apasionadas , pero el esposo impuso una condición :Psyché no debía mirar su rostro. Además le ordenó que , en caso de aparecer la familia de ella, por ningún motivo debía contarles qué era lo que estaba sucediendo. A pesar de la prohibición, Psyché que había vuelto a encontrarse con sus hermanas, les narró su maravillosa historia y su enamoramiento del marido invisible. Estas, envidiosas, le sugirieron que podría tratarse de un monstruo y que por lo tanto, ella debía saber quién era.
Acicateada por la curiosidad, una noche, Psyché encendió su lámpara de aceite y mientras el esposo dormía, se inclinó sobre él : entonces el resplandor iluminó el rostro del dios más bello y seductor de todos. Pero de su lámpara se desprendió una gota de aceite que cayó sobre Eros quien despertó de inmediato y huyó volando hasta desaparecer, rumbo a los territorios de su madre.
Al enterarse de lo sucedido Venus reconvino duramente a su hijo,y además hizo conducir a Psyche ante un tribunal de justicia que la condenó a la realización de trabajos humillantes. Para complejizar más el castigo, le impuso recorrer el camino que la llevaría hasta la fuentes de la Laguna Estigia y a las puertas del Infierno. Allí debería encontrar un ánfora que contenía cosméticos mágicos, de modo que quien los usara conquistaría a cualquier varón; Psyché debería entregárselos a la diosa.Ayudada por toda la Creación y en especial por la diosa Proserpina, Psyché llegó hasta el vaso que contenía los cosméticos, pero,pensando conquistar definitivamente a Eros, decidió probarlos; pero la magia de los cosméticos se volvió contra ella y cayó en un sueño mortal . Al enterarse, Eros, desesperado, recurrió a Zeus y le pidió que para salvarla la convirtiera en inmortal . Concedido que le fué su deseo, logró rescatar a la curiosa y desobediente Psyché y llevarla consigo.
Venus fué vencida, y el hecho resulta significativo: si se hubiese tratado de una tragedia, la furia de Venus al verse superada por las generaciones siguientes representadas por Eros y Psyché, hubiese podido llevar la arbitrariedad hasta el extremo castigando severamente a su hijo y aniquilando a Psyché.Pero se trata de un drama y además, el amor hacia su hijo y la condición divina del mismo, que le concedía la inmunidad de un dios, no le permitieron abundar en la sanción ni imponer la venganza original contra la hermosísima joven.La leyenda finaliza con el nacimiento de una niña, hija de los amantes, a la que llamaron Voluptuosidad.
No es casual que la voluptuosidad sea hija de estos dos niveles de placer y de sufrimiento que cobijan una doble desobediencia, la de Psyché que mira-espía al esposo y la de él que desobedece-oculta a su madre sus amores con la mujer prohibida.
Una interpretación de algunas de las conductas que se perfilan en esta leyenda evidencia una apelación a la obediencia jugada en diversos planos. Cuando Psyche obedecía al esposo misterioso 1) se enmascaraba como obediente dado que de ese modo se lo había impuesto el varón durante la relación sexual, y al mismo tiempo, 2) se estaba preparando para ser una madre como Venus y como su propia madre. Ni 1) ni 2) se aproximarían a una posición masoquista, teniendo en cuenta que la obediencia formaba parte de lo inevitable en las hijas respecto de sus padres y espososen aquellos tiempos; de lo contrario hablaríamos de sumisión erótica erotica pero en el marco del masoquismo moral : o sea, masoquismo erótico dependiente del masoquismo moral.
En el masoquismo, el acto sexual sólamente puede llevarse a cabo en estado de envilecimiento, de inferioridad y de sufrimiento; encuentra su placer sólamente en abandonarse a un ser a quien se le han entregado los derechos soberanos. Quien es masoquista se envilece para aumentar la distancia y la diferencia con quien lo o la sojuzga. Pero el comportamiento de Psyché derivó desde el sometimiento (¿masoquista?) a la decisión de desobedecer eludiendo la que podría denominarse posición pasiva, si bien cumplir la orden es un comportamiento activo.
La leyenda pone en juego un interrogante conocido : la mujer ¿»se deja hacer» ? ¿o no? Existe un «dejarse hacer» de modo que el»hacer» quede a cargo del varón y resulta de la pasivización de la mujer, y un «dejar hacer en una» que corresponde a la actividad del hombre con compromiso y deseo de la mujer. Este segundo nivel ingresa en la orientación con que las mujeres dirigen a la pareja para construír suerotización subjetivada que privilegia el contacto con las zonas sensibles y respondedoras del cuerpo.
Otra dimensión del «dejarse hacer» es la que avanza sobre la frase :»hacé de mi lo que quieras», que Lyotard(1979) analiza cuando desarrolla su tesis acerca de la prostitución, pero que puede hacerse extensiva a otras mujeres y que retomo más adelante.
Psyché eligió desobedecer cuando decidió mirar la cara de un varón, lo cual puede asociarse con la provocacion sexual en tanto ésta constituye un desafío activo, a diferencia de otra índole de provocación, la que se exterioriza cuado la mujer baja la mirada,modestamente. En el origen de ambas encontramos los vínculos tempranos entre madre-hija, cuando se acuñan aprendizajes de diversa índole respecto de las cenestesias en el cuerpo del bebe y referentes a la relación con los varones.
¿Existirá una conexión entre obedecer las indicaciones-los deseos y demandas-del varón durante la relación sexual y, simbólica e imaginariamente desafiar a la madre o aplacarla?
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La madre obedecida
Se nos presenta un problema derivado de la sumisión al varón protagonizado por un universo de mujeres durante el acto sexual como acuñamiento de género, y por otra parte la alternativa que nos autoriza a pensar en varias tesis , una de ellas el aplacamiento de la figura materna representada en el Superyo ; la sumisión del erotismo de las mujeres ante el varón objeto de deseo quizás pueda relacionarse, en algunas historias de vida, con dicho aplacamiento mediante una obediencia que inicialmente remitió a las órdenes provenientes de la madre y que en la adultez, al procesarse como sumisión al varón, excluye simbólicamente e imaginariamente a la mujer de la relación con su pareja.
Ocurriría de este modo dada su necesidad de aplacar a un Superyo materno, por desplazamiento de la figura materna sobre el partenaire sexual que se traduciría en encontrar su placer en la sumisión al varón. O sea, se obedece al varón pero en realidad se está repitiendo la obediencia a la madre. Como si el varón no estuviese presente y la mujer inconcientemente repitiera su obediencia al Superyo materno mediante el sometimiento a las órdenes que recibe del varón, al que pone en lugar de una madre que dirige lo que ella debe hacer, sin dejarse espacio para seleccionar la índole de placer y de goce que ella precisa de acuerdo con los procesos de subjetivación de su propio erotismo. Más aún, con alguna frecuencia las mujeres vivencian que el orgasmo puede dejarlas muy expuestas ante un Superyo materno capaz de criticarlas.
Disimulada tras el acatamiento a las directivas masculinas durante las prácticas sexuales-coitales , algunas mujeres registran un mandato inconciente que diseña un falo materno el cual desautoriza la construcción del propio goce y/ o placer, para limitarse a obedecer al compañero. La tarea persecutoriade ese falo sería la de recordarle a la hija que una hija(niña) no puede (no debe) gozar sexualmente si pretende ser una hija. Tal como lo describe Allouch(1995) al estudiar el análisis que hace Lacan del delirio de Marguerite Anzieu: «Una hija como hija no puede ser madre». Al utilizar esa frase, Allouch ilustra el delirio en el cual se descubre que la presencia del hijo-que no puede ser borrado- testimonia la existencia de un acto sexual. Afirmación que, al hacerse extensiva a la posible relación entre una madre y una hija remite al comentario de Lacan( 1973):»(…), estrago que es en la mujer , para la mayoría , la relación con su madre, de donde ella parece esperar, como mujer, mayor subsistencia que de su padre, lo que no sucede con él, siendo secundario en este estrago».
Esta apreciación-que corresponde a la teoría lacaniana acerca del orden simbólico y las mujeres- deja al descubierto el deficit que aún mantenemos respecto de un análisis más refinado de la relación entre la niña y la madre en el estadio pre-verbal , pre-edipico y pre-discursivo, y la presión que en él ejerce la ley fálica,( Lacan 1973 ) posicionando a la mujer exclusivamente en su función materna y excluyéndola de su lugar como sujeto gozante(Giberti 1998 a). Lo cual abre un interrogante respecto de las características de un imaginario, que a diferencia de la concepción que lo evalúa como alienante y confusional, sea reconocido en su potencial, incluyendo la relación pre-verbal,pre-edipica con la madre;pero una madre que sea, al mismo tiempo , una mujer sexualizada y con capacidad de goce. Es decir, que haya construído una subjetivación de su erotismo acorde con sus anhelos y necesidades. Proceso necesariamente atravesado por las variables socioeconómicas que establecen diferencias entre las mujeres. Una formulación de esta índole probablemente incidiría en la construcción del Superyo materno.
J.Benjamin( 1996) aporta otra perspectiva: «(La niña) protege al objeto materno todopoderoso y totalmente bueno al precio de la obediencia» ; añade que el miedo a la separación y a la diferencia (querer algo diferente de lo que quiere su madre), se convierte en sumisión. «En el sometimiento erótico, el miedo al poder del amo ocupa el lugar del miedo más profundo: el miedo a la separación que se siente como muerte».Sintetiza su pensamiento al afirmar que la sumisión les permite a las mujeres una reescenificación de su temprana relación identificatoria con la madre, como si se tratase de una replicación de la actitud materna (que previamente describió como carente o deficitaria de subjetividad).
Estaríamos frente a dos perspectivas diferentes: la madre superyoica como falo persecutorio por una parte y por otra,la madre que aporta la sumisión como modelo identificatorio .
Si retomamos la leyenda de Eros y Psyché desde la perspectiva de un Superyo materno, encontraremos dos figuras temibles, Venus y la madre de Psyché que acepta abandonarla.Por su parte, Eros se negaba a darse a conocer porque había transgredido el mandato de Venus contra Psyché. Esta, al acatar esta prohibición de Eros, se identificaba con su amante y adhería a su Superyo materno, pero logró desligarse de dicho superyo venusino al ejercer una curiosidad expulsiva y liberadora que le permitió descubrir la belleza de Eros .
Este descubrimiento probablemente estaba enlazado con el miedo a lo desconocido evidenciado por la invisibilidad de Eros, pero en realidad debía referirse a la sorpresa que produce el goce sexual. El misterio,aparentemente, residía en ignorar quién era el esposo, pero la sorpresa quizá se produjo al descubrir el propio goce.
Más allá de la leyenda, lo que se pone en juego en la relación con el Superyo materno es la deuda de gratitud hacia la madre, vividsa como contrapartida de la necesidad de liberarse.En determinado momento surge una transacción entre ambas instancias que lleva a preguntarnos dónde empieza la sumisión al Superyo de la madre y dónde termina la gratitud hacia ella(Maldavsky 1998 a)
En estas situaciones cabe formular un interrogante que apuntaría a la categoría que Freud nominó masoquismo moral: cuánto del masoquismo moral funciona como integrante de los componentes eróticos, y cuanto de masoquismo moral puede hacer de interferencia al goce, entendido según la Erótica cxomo disciplina en formación.Prefiero hablar de sentimiento de culpa, siguiendo el criterio de Maldavsky (1998 b) en lugar de masoquismo moral, culpa que asocia el propio crecimiento y vivencias gozozas vinculadas con la sexualidad y la fantasía de estar matando a la madre al decretar que ésta envejece.
Este Superyo materno probablemente haya sido uno de los promotores de la obediencia al varón como significado de bondad, lo que nos autorizaría a pensar que , ante la indefensión de la niña, la madre adheriría a la figura paterna intentando «ser como él en el ejercicio del poder», al intervenir en la construcción de la subjetividad de la hija-niña en sus aspectos obedientes.Si conjeturamos que se trataría de madres identificadas con la figura paterna, desexualizadas en su ser mujer sujeto de goce , cabría pensar en terminos de madres temibles, con características destructoras . En este modelo la obediencia se habría desarrollado, comenzando desde la niña, como oferta simbólica al varón, incluyendo en esta oferta su sumisión durante el acto sexual.
Cuando hablo de oferta simbólica al varón lo relaciono con esta deuda ligada a la relación con la madre, al decir de Lacan. La deuda se vuelve simbólica a posteriori, porque en un primer momento se comienza a pagarla en el plano sexual, territorio del masoquismo que podría funcionar como interferencia, pero después la deuda progresivamente se torna simbólica, ligada a las palabras.
Por ejemplo, cuando cae la gota de aceite sobre el rostro de Eros y Psiché logra reconocerlo, es como si ella hubiese dicho» ¡Basta! Yo ya pagué a mi madre y también a mi suegra y ahora quiero otra cosa.» La pulsión de ver y la pulsión de saber, desembocan en la hostilidad que podría sostener la frase desafiante que entrecomillé, que aporta su contenido al deseo de saber quién es el varón con quien disfruta sexualmente, y que excede a la curiosidad prvia al encuentro genital.
La obediencia al varóncon perfiles de sometimiento puede impedir el ejercicio de la iniciativa de las mujeres durante las actuaciones sexuales, así como de los goces. Iniciativa tiene su origen etimológico en inicial, lo primero, lo iniciático. Si algo aprendemos desde pequeñas es que no nos corresponde tomar la inciativa cuando se trata de sexualidad.Aún se encuentra pendiente la construcción simbólica de la iniciativa entendida como capacidad de decisión que puede que puede coadyuvar en la regulación de la vida sexual de las mujeres.
La orientación que el orden social les ofrece a las mujeres en materia prácticas sexuales, privilegiando la sumisión al varón-aunque actualmente se adviertan cambios al respecto- y se la articula con la posible relación con la madre, es dable esperar que algunos varones ingresen «con ventaja» en la experiencia sexual del género mujer. «Ventaja» que puede ser entendida desde la perspectiva de disfrutar (aprovechar) del sometimiento con que algunas impregnan la relación con la pareja; paradojalmente, dicho sometimiento puede responder al vínculo con la madre y no con el otro género.
Quizás el varón precisa expulsar de si el riesgo de la propia pasivización que la obediencia le sugiere; la obediencia se le torna ominosa a partir de la representación de una mujer que no logra oponerse a sus imposiciones. Dados los componentes narcisistas de cada sujeto masculino , el varón debe poder contar con la obediencia de la mujer; si esta tesis fuese correcta sería posible relacionarla con la tesis-sostenida en otro ensayo- acerca de la obediencia como organizadora de las respuestas de las mujeres.(Giberti 1992). Este plural que utilizo para eludir un análisis pormenorizado de las diferencias entre las mujeres, no implica homologación de «todas» ellas.Será imprescindible tenerlo en cuenta durante la lectura de este artículo, ya que al decir de J.Flax( 1995)«Las desigualdades entre mujeres no son tan pequeñas ni carentes de consecuencias.»
Las prácticas sociales al promover la obediencia de las mujeres como necesariedad para mantener el orden social quizás coadyuvan a pervertir la relación intergéneros al transgredir el reconocimiento de las mujeres como un otro Yo que no está destinado a obedecer. Se potenciaría asi la creación-invención de una necesidad maculina de ser obedecidos, producto de tensiones psíquicas y sociales que incluye el disfrute por mandar para que otra obedezca, práctica socialmente avalada y promovida. El desarrollo del tema conduciría a pensar en el cambio de la meta de la pulsión.
Entiendo que cualquiera de los planteos teóricos propuestos no admite generalizaciones y que las fuentes de la sumisión tal como se encuentra en las mujeres conviene que sea incluída en el principio de incertidumbre, acoplándonos , según la situación, a la tesis que se muestre más cercana al ejemplo con el que trabajemos.
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Adan y Eva en el Paraíso
En el Paraíso Terrenal, el pecado de soberbia, tramitado por la desobediencia de Eva condenó a las mujeres a sobrellevar el castigo que las sometió a depender del varón debido a su deseo hacia él, y también al dolor del parir; o sea, el castigo por la desobediencia en aras de poseer el conocimiento que dimanaba del Arbol donde se articulaban el Bien y el Mal es doble. Estos dos términos de la maldición bíblica inauguran la violencia respecto del cuerpo de la mujer en su proyección sexual.
En ambas violencias se la condena a obedecer ya sea 1) sometiéndose al varón por causa de su deseo hacia él, que implica que no se trata de cualquier varón, ya que el discurso de Yahavé lo asocia con la parición y los hijos: entonces se refiere a un varón deseado con el que la mujer tendrá descendencia , 2) o sometiéndose al parto doloroso que además le dañará el cuerpo .
La formulación de la maldición deja en claro que la obediencia,transmitida como destino para las mujeres, es la herramienta necesaria para el cumplimiento de un castigo doble que se gestó en la ira del dios-padre; quien obedece pierde o no adquiere autonomía respecto de sus deseos y de su cuerpo, y en esta realidad consistiría el bien perdido por las mujeres debido a su deseo de saber y de conocer.
Si las mujeres obedecieran al mandato implícito en la maldición perderían su capacidad de decidir acerca de su deseo de varón o hacia otra mujer, o si no pretenden desear a persona alguna.
El mito condensa tentación-desobediencia- castigo-obediencia en la imagen de una mujer temible porque pretende saber-conocer oponiéndose a la prohibición emanada desde el poder instituído y porque es capaz de hacer caer en tentación al varón . Mujer a la que es preciso encerrar en los límites de su propio cuerpo(deso sexual y parición) para que esté obligada a obedecer los mandatos que a partir de la maldición habrán de gestarse y ampliarse en él. La maldición transformó su cuerpo en una cárcel: ser mujer equivaldrá a depender de un cuerpo en disponibilidad para el placer del varón y para la reproducción. Someterse y padecer obligatoriamente al parir es una transformación en lo contrario de la pulsión y el deseo de saber de las mujeres , mediadas por la obediencia, ante la hostilidad que surge de la frustración de Eva («No comer de determinado Arbol» ) y el resultante deseo hostil que la conduce a convidar a Adan, al que de ese modo consagra como aliado . Equivocándose sin duda, ya que éste ante el interrogatorio de Yahavé la»manda al frente»: » La mujer que me diste por compañera me tentó».
Tanto Eva cuanto Psyché asumieron los efectos de sus desobediencias: Eva acotada a la maldición, parió con dolor a Cain y a Abel. Psyché parió a la Voluptuosidad. Ambas debieron expulsar de sí el sometimiento a una prohibición parental(Venus y Yahavé) y convertir lo segregado en no-Yo, desatribuyéndole a dicho contenido su pertenencia al Yo; pero Eva quedó marcada por el castigo, asi como sus descendientes, es decir, nosotras.
En cambio Psyché persiste como la diosa representante del alma, en sustitución del amor carnal, y se la suele simbolizar como una mariposa en vuelo. Este mito deja libre al alma para eludir el sometimiento. Se construyó un nuevo lugar psiquico cuando Psyché recreó un nuevo sujeto, desobediente, enfrentado con el objeto previo, diseñador de sometimientos.

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