Síntesis del trabajo leído el 29 de junio de 2007 en el Congreso Internacional de estrés postraumático. Editado en su totalidad en la Revista especializada en Estress Postraumático. Por Eva Giberti.
Las citas bíblicas resultan esclarecedoras como antecedentes de violaciones e incestos en tanto irrupciones de la sexualidad adulta en el universo infantil y en la adolescencia , si bien no contamos con información suficiente para inferir los efectos de estas prácticas en sus protagonistas. Si nos acercamos al mito bíblico leeremos, a partir del Génesis, que en determinado tiempo bíblico varios ángeles descendieron a la Tierra por mandato divino. Tenían la misión de acercarse a Lot, quien habitaba en una ciudad que conocemos como Sodoma.
En la primera mitad del capítulo 19 del Génesis, refiriéndose a la ciudad de Sodoma, se narra el intento de violación, -llevado a cabo por algunos habitantes de la ciudad-contra los ángeles que se presentaron como huéspedes de Lot. El diálogo de Lot con esos miembros de la ciudad que pretendían violar a los forasteros -alojados en su casa- es suficientemente explícito: » Y Lot les dijo: «hermanos míos no cometáis semejante maldad! Tengan en cuenta que yo tengo dos hijas que no han intimado aún con hombre alguno. Permítanme que se las lleve afuera para que puedan hacer con ellas lo que les plazca. Pero absténganse de hacer algo a estos hombres, porque han venido a guarecerse bajo mi techo».
Esta narración tiene un antecedente semejante en el Capítulo 19 de Jueces (que describo sumariamente). Un levita, con su mujer y su criado no encuentra donde alojarse, en la ciudad de Efraim, entonces un anciano les ofrece hospitalidad. Vecinos de la ciudad pretenden violar al forastero y para evitarlo el dueño de casa les ofrece a su hija virgen: «abusad de ella, haced con ella aquello que os plazca pero con este hombre no cometan semejante infamia.»
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La historia de Lot no finaliza en el punto que acabo de mencionar. Cuenta el texto bíblico que las hijas de Lot provocaron incesto con él después de haberlo embriagado. Habrían procedido de ese modo porque después de la destrucciones la ciudad de Sodoma, no quedarían hombres capaces de fecundarlas y decidieron engendrar con su padre. Pero las hermenéuticas actuales avanzan con otra lectura: se supone que Lot fue quien decidió el incesto (existe una frase bíblica que permite suponerlo concretamente «Quien se separe a si mismo busca el deseo» lo que aclara que Lot deseaba a sus hijas.)
No resulta difícil reconocer la misma estrategia canónica, inicialmente desde el mito bíblico: la responsabilidad es siempre de las víctimas; son ellas las que causan la tentación. Y de ese modo se intenta gestar falsa memoria en las victimas, tal como sucede actualmente. Este intento de provocar sentimiento de culpa y confusión en las víctimas, constituye un clásico de las intervenciones actuales con los niños y niñas victimas, ya sea por parte de las familias cuanto de las instituciones judiciales -salvadas sean las excepciones.
¿Cuál es la relación entre estos textos y la irrupción de la sexualidad adulta en las vidas niñas y adolescentes?
En estas descripciones será preciso tener en cuenta que la evaluación moral de los hechos depende del modo de percibirlos, o sea, de aprehender la presencia del otro al mismo tiempo que reconocer la existencia del daño y del dolor de ese otro. Lo cual demanda eludir las propias inhibiciones y cegueras personales derivadas de concepciones ideológicas que no han sido revisadas y contrastadas con otros criterios.
Aplicamos nuestros valores según sea la forma en que se describen los hechos, particularmente cuando aprendemos en la experiencia familiar y/o escolar: por ejemplo, para quienes no se atreven a revisar las descripciones del texto bíblico, los hechos sucedieron como siempre nos enseñaron, o sea, las hijas de Lot se aprovecharon de su padre embriagado Para otras lecturas, se elude la ceguera que reproduce lo aprendido para mirar de otro modo lo descripto, a partir de conceptualizaciones actuales, que son las que me permiten no solo interpretar los hechos tomando en cuenta su descripción -la percepción- sino incorporando el concepto con que se construyó la narración bíblica : crear la culpa de la víctima, es decir, de las hijas de Lot.
El efecto directriz de estas irrupciones de la sexualidad adulta se focaliza en desculpabilizar al victimario, naturalizando el delito responsabilizando a la victima como promotora del mismo. Lograr que la víctima sienta culpa y vergüenza por lo que le ha acaecido es el primer efecto del arrasamiento de la sexualidad adulta sobre el niño, niña o adolescente. Suponemos que duradero: la experiencia clínica nos evidencia que reacciones personales y sociales de una plèyade de seres humanos, treinta o cuarenta años después de padecida la violencia sexual; se comportan, frente a la sexualidad o frente a las diferentes formas de libidinación placentera, con respuestas absolutamente impropias y alejadas de lo que podría considerarse esperable en forma de disfrute.
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Nominar la persistencia de esos daños nos impulsa a otra índole de registro, de percepción, reconocer que pudo haberse impedido, o sea, que pudo no haber sucedido aquello horroroso. Premisa que posiciona el ataque adulto en el ámbito de la contingencia, circunstancia que fundamenta la justicia que se reclama para la víctima. (…)
Interesa apreciar esta variable para superar las habituales clasificaciones que apuntan a reproducir la escena del delito, ya que cada vez que enunciamos, los efectos: insomnios y pesadillas, lenguaje sexualizado y otros síntomas, nos incluímos, necesariamente, en la escena del delito: «el niño tiene esta respuesta porque le hicieron tal cosa». Explicitación necesaria para la realización de un psicodiagnóstico, pero insuficiente para reflexionar acerca de otros niveles de análisis (…)
Los efectos de estas irrupciones de las sexualidades adultas en sus víctimas generan deterioro en la carne corporalmente registrada, en tanto lesión, y también desencadenan temblor psíquico-metafóricamente hablando- en su funcionamiento como reproducción postraumática de lo padecido, y aún, en los casos en los que ha sido posible lograr un orgasmo reflejo en la criatura, produce daño como asombro sorprendido en relación con las respuestas del propio cuerpo.
Lo vivencial
(…)Cuando la víctima puede comenzar a hablar inicia un proceso significante que, paradojalmente, a medida que se desarrolla, incluye una sensación de «lo imposible», un vacío en su comprensión que al mismo tiempo se anuda en la característica simbólica de su narración. En este se introduce un particular fenómeno de fantasma: habla de lo que le parece imposible haber vivido, imposibilidad que resulta asociada, anudada con el significante que la palabra le aporta.
Para quien escucha la declaración a distancia comienza a tomar sentido la descripción de los hechos, en tanto brota la claridad de lo sucedido, pero en ese momento la víctima está sumergida en el vacío de darse cuenta de que lo sucedido es un imposible, que no pudo haberle sucedido «eso».
Este fenómeno no es el menor de las inconvenientes con los que nos encontramos quienes escuchamos a las victimas.
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En el momento en que la víctima puede comenzar a contar lo que esperamos (situación del otro que escucha y que constituye un indicador clave para la evaluación de los hechos) tratamos de reconocer lo «real»(queriendo decir auténtico o genuino) del trauma que incluirá los antiguos fantasmas vinculados con el modo en que procesó inicialmente el registro de su sexualidad. O sea, el conocimiento de la estrictez, exactitud de lo acaecido cuando se lo victimizó queda atrapado por diversas variables: las ya conocidas que se refieren al trato que recibió en su familia o en la escuela cuando comenzó a contar, el abordaje profesional inicial, la familiaridad o no del victimario y otras variables descriptas sistemáticamente en aportes técnicos, aquello que mantiene a la victima en contacto con lo imposible de ese agujero donde fue sumergida. Será su propia convicción acerca del episodio traumático lo que se convertirá en un efecto subjetivo, que acompañe a todos los síntomas conocidos, o a la desaparición de ellos.
Lo imposible inquietante es lo imposible del orden quebrado, el ingrávido y persistente fantasma que acompaña de manera no inevitablemente insuperable, pero si memorable, haber quedado atrapado en la frontera que separa lo sacral de lo profano , Desfondada la integridad sexual.(…)