Publicado por el Diario LA NACION 17-07-2000
Por Eva Giberti
¿Cuántas veces, frente a la pantalla del televisor, nos preguntamos por qué emiten estos programas dentro de los horarios que se consideran de protección al menor?
También nos preguntamos por la exasperación del lenguaje que practican algunos programas: no se limitan a utilizar palabras que años atrás nos habrían sobresaltado -y que actualmente forman parte del decir habitual-, sino que las reiteran, las fuerzan, las exprimen intentando sacarles el máximo de su eficacia simbólica. Hasta agotarlas y transformarlas en un tic para quien las pronuncia y en un ruido molesto para muchos de quienes escuchan.
El Comfer decidió avanzar en este territorio poniendo en acto los artículos de una legislación existente, ajustando las sanciones a las empresas responsables y modificando la banda horaria de las emisiones
De modo que se reabrirá un antiguo debate que para este modelo cuenta, por lo menos, con dos niveles de análisis: 1) respecto de las familias y de los chicos en particular, 2) respecto de las empresas productoras y emisoras, que serán las que arriesguen pagar una multa en caso de transgredir la legislación.
Mi práctica profesional sugiere que, formando parte de un estilo de vida, son incontables los hogares en los que los chicos son quienes deciden qué es lo que sintonizarán en tevé. Niños y adolescentes aparecen campeonizados frente a padres agobiados por sus problemas económicos y confundidos acerca de aquello que como padres les corresponde cuestionar; dicho sea simplificando el análisis y sin olvidar a las familias que proceden de otro modo.
Unión discriminatoria
No menos significativo puede resultar el encuentro familiar frente a determinadas emisiones de tevé cuando los chicos comparten con sus padres la carcajada que festeja la humillación de mujeres que participan en programas donde se las caricaturiza al presentarlas como imbéciles o como histéricas.
Esta alianza entre los padres y los canales de tevé enseña y promueve discriminación contra el género mujer, es decir, arriesga transgredir una legislación específica.Y vulnera otra ley incorporada en la Constitución Nacional, que se refiere a las diversas formas de violencia contra las mujeres.
Este punto corresponde al segundo nivel de análisis, que atañe a los contenidos de los programas que forman parte de las responsabilidades de emisoras y productoras. Responsabilidad que incluye la proliferación de películas y noticieros cuyos personajes se convierten en número de una serie; al caer bajo las balas del protagonista, cada uno será rápidamente reemplazado por otro, carentes de identidad humana. Al mismo tiempo, se naturaliza la pérdida de vidas que no se identifican como humanas.
Puede argumentarse que cualquiera de las violencias enunciadas forma parte de la información objetiva que proviene del mundo que nos rodea y parecería que estamos más o menos preparados para enfrentarla o asumirla; pero la información que aportan los medios acerca de la violencia se constituye en enseñanza de lo nuevo, más allá de aquello que estaba originalmente en el mundo que nos rodea; conjeturamos que el aprendizaje, la incorporación de lo que no estaba dado en el entorno familiar y social, sino provisto por la cultura de los medios, es lo que convierte en aplicables las enseñanzas de las prácticas violentas en la vida cotidiana.
Este planteo, que deriva de las ideas de Amarytia Kumar Sen, premio Nobel de Economía en 1998, remite, por extensión, a las funciones de filtro informativo que cumplen los principios éticos personales, que son el resultado de un compromiso social y que actúan seleccionando aquello que se considera relevante, sin desdeñar la importancia del remanente representado por quienes pueden no coincidir con esos principios.
La información que puede derivar de los medios y que los chicos incorporan veloz y eficazmente es obvio que no encuentra en ellos la contrapartida de principios éticos instalados sólidamente.
La constricción, o la limitación informativa respecto de las violencias no depende exclusivamente de los contenidos propuestos, sino de quienes habrán de recibirlos. Si bien no podemos predecir con certeza los efectos que, en cada niño podrían estar asociados a la incorporación de dicha información, en cambio sabemos que privilegiar determinados principios capaces de activarse como filtros informativos forma parte de la ética de las prácticas políticas; siempre que los principios no desemboquen en dogmatismos paralizantes, y mantengan su identidad como orientadores coyunturales en el abordaje de determinados problemas.