Por Eva Giberti
Publicado en Página/12, julio 2018
Ante las discusiones que el tema aborto suscita aparecen personas que afirman “que lo tengan y después lo den en adopción” ¿Cuánto saben del “dar en adopción” ¿Cuántas veces hablaron con las mujeres que cedieron a sus criaturas en adopción?¿Cuándo conocieron la diferencia entre aquellas mujeres que padecieron la desdicha de ceder una criatura amada y la otra que entregó a un ser que la violación le impuso? Para esas personas todo es igual, por ejemplo para las preadoptantes que quieren “tener” un hijo a cualquier costo y por otro lado la existencia de otra mujer que pudo “tener” el niño que las otras precisan. Tener quiere decir poseer una cosa o disfrutar de ella.
Resulta claro el lenguaje que posiciona a quienes desean adoptar a estas “cosas “ resultantes de un aborto fallido, al mismo tiempo que asumen el enfrentamiento con otra mujer que no quiere “tener” a ese producto que otras necesitan.
Hay preadoptantes que sobrevuelan como caranchos , son personas que juran que “tienen mucho amor para dar para dar” e ignoran que hay niños que tienen derechos y necesidades, y disponer de una familia es uno de esos derechos. No son una cosa que se lleva a casa porque “yo preciso satisfacer mis ansias de maternidad”. Los adoptantes en serio, han avanzado y saben y cultivan lo que antiguamente se pervertia regulado solamente por el deseo personal. Salvadas sean algunas excepciones. En este punto podrían introducir la trampa :”Ah !Entonces se reconoce que se está gestando un niño y que el aborto asesina a un niño que se podría dar en adopción!”. Es el comienzo de un desfiladero de argumentaciones tramposas. La mujer decide que quiere, que puede hacer con su cuerpo.
Lo oculto
Aquello que el actual debate oculta, mas allá de las importantes contribuciones que hemos escuchado acerca de la interrupción voluntaria del embarazo,
lo oculto-o escasamente mencionado-es la figura de la mujer antes y después de ser protagonista del tema, la mujer cuyo deseo sexual la condujo a establecer una relación coital con un sujeto por el puro placer de gozar. Si pensó en mantener una relación estable con él o no, no lo sabemos ni interesa.
Entonces nos encontramos con la realidad, que ella podría presuponer –o no según fuera su información-acerca de lo que sucederia si el sujeto se negaba a impedir la irrupción de espermatozoides violentos e invasores . O que sin negarse sólo pretendía ejercer su papel de macho dominante.
De allí a la primera falta de menstruación, para confirmar luego el embarazo y verificar ,con desesperado arrepentimiento, que tendría que abortar, innumerables ideas y proyectos de abortos se sucedieron en sus días. Ni podía ni quería un hijo. Ella tan solo había ejercitado su sexualidad. Este es el punto que el tema de la interrupción voluntaria del embarazo oscurece: el placer sexual de la mujer. El patriarcado se ha sentado en el trono del Zigoto para oficializarlo. Y para sancionar, por su intermedio y pretendidamente para siempre, el castigo por la decisión femenina de gozar con su sexualidad, cuando quiera, con quien y cuando lo quisiera.
Lo que otros prefieren
Si, como ejercicio contradictorio y fantasioso, tuviésemos la idea de gestar un criatura sojuzgando a una mujer que no quiere tener un hijo, esa criatura llevará consigo la maldición de no haber sido deseado, mas aun de haber sido vituperado mientras ensoñaba en el útero.
Entonces al nacer, surgiria la maldición bíblica, “parirás con dolor”…¿Quien ha dicho que se refiere exclusivamente a los dolores físicos del parto? La maldición habla de dolor y el recuerdo duele, como duelen los arrepentimientos por los que esta mujer que pretendió gozar deberá atravesar sin ninguna necesidad, sólamente porque a alguien con poder se le ocurrió que ella “debería tenerlo para entregarlo en adopción”.
Decir la verdad
Si alguien arriesgara esta índole de adopción a esa “cosa” identificado como niño, en su momento habrá que contarle “la verdad” . O sea, decirle: “En realidad vos deberías haber sido un aborto porque la mujer que te tuvo quiso matarte antes de nacer. Pero nosotros (padre y madre adoptantes) te salvamos la vida”. Decirle algo distinto seria mentirle. Obviamente no haría falta ser tan directos. Podria dulcificarle el relato ¿Cómo?
En el horizonte ,siempre la temida sexualidad de las mujeres. A la que de todas maneras se busca neutralizar, ahora capturándola para convertirla en una madre que reniega de su hijo y lo “entrega” a alguien que promente amarlo.
Entonces transformando a la mujer en una usina productora de “cosas adoptables” resultados de la manipulación ética del Zigoto. Como lo escribe Maria Moreno: La propuesta de adopción (…)ha sido pensada borrando a las mujeres y enajenando su libertad a una coacción que las convierte en objetos bajo la forma de incubadoras
El propósito es anular el deseo y el derecho sobre su cuerpo de esta mujer que es prioridad y es anterior a la intervención de quienes pretenden atarla definitivamente a una experiencia de amor, o a una jugada de placer ,pero siempre a un compromiso con su cuerpo que ella eligió libremente para disfrutar de su sexualidad. Pero no para cambiar definitivamente su historia personal. transformándola en madre.
Esa transformación pretende imponerla el despotismos de quienes proponen “que tenga al chico y lo de en adopción” desconociendo que obligan a un embarazo no deseado, a parir una criatura que durante 9 meses probablemente ha sido maldecido. Y en aquellos casos en los que se ha creado un vínculo entre la mujer y la criatura dicha separación se torna dolorosa .Cualquiera sea la alternativa implicará un martirio para esa mujer. Sin duda es lo que se busca, en nombre de salvar las dos vidas.Y acuñar para esa criatura una historia desdichada desde su origen. En el horizonte, el castigo por el ejercicio de la libertad sexual de la mujer, castigo para ella y su producto.