Editado en Pagina 12 en Suplemento Psicologia, 1999
La presencia de consultantes que llegan en busca de «asesoramiento» relativo a su decisión (o sus decisiones si se trata de una pareja) puede producir en nosotros una inquietud no habitual o bien una adhesión inmediata al deseo que la pareja o consultante expresan. Escuchar sus argumentos sin avanzar en opiniones en favor o en contra, ya que no estamos en un tratamiento sino en una consulta que demanda nuestra intervención, resulta complejo.
La vivencia del terapeuta no es ajena a la perplejidad ya que se encuentra ante situaciones que en oportunidades parecen desconocer los límites de lo posible. Gargani nomina a esta situación como «crisis de la racionalidad», y la describe como si fuera una percepción que registrara «que la casa de nuestro saber está deshabitada» porque al transformarse las relaciones sociales, las relaciones entre hombres y mujeres, también nuestro saber resulta transformado. Se tiene la certeza de que existe un saber no explicitado, no llevado plenamente a la conciencia, más allá del que disponíamos.
Por su parte, D. Maldavsky sostiene que los seres humanos precisan ser capaces de crear un aparato psíquico que pueda sentir los propios sentimientos, en estas circunstancias la sorpresa, el rechazo, la curiosidad son afectos que se ponen en marcha cuando comienzan a aparecer estos consultantes.
Asistimos a la génesis de una nueva concepción de lo que se entiende por familia y estamos ante una dimensión nueva de la filiación, en algunas circunstancias fragmentando los datos de la herencia biológica al introducir elementos extraños en la consanguinidad. ¿Cómo introducirlas en nuestros elementos teóricos?
En un ensayo anterior sostuve: «Quienes adhieren a la fertilización asistida (…) incorporan nuevas formas de pensar su modo de ser en el mundo; formas de pensar que se reconocen como representaciones de un orden diverso respecto del conocido hasta ahora. Se trata de formaciones imaginarias que ingresaron en la cotidianidad y no sólo ‘transportan’ consigo fracturas y fragmentos (implantación de óvulos y espermatozoides por ejemplo), sino representaciones que atropellan el poder hegemónico que había decretado lo que debe ser’ o ‘lo bueno porque es lo natural’. Afirmaciones inscriptas en los dominios de los imaginarios sociales, quebrantados actualmente por las transformaciones imaginarias personales y por las posibilidades que aportan la ciencia y las nuevas costumbres». O sea, podemos pensar en términos de mutantes.
Pensamiento nómade
Tal vez sea preciso insistir en los conocimientos teóricos con los que ya contamos, y asumir los vacíos, las hiancias, los desiertos que debemos transitar para construir nuevas lecturas. Para lo cual quizá fuera productivo recurrir al pensamiento nómade como resignificación de nuestro saber-no saber. Fueron Negri, Guattari, Melucci y Baccarini quienes inicialmente apostaron al pensamiento nómade, es decir, a quienes, más allá de todo lo que puedan haber poseído, recorren el desierto en busca de agua.
El andar del nómade se detiene para rescatar su aliento porque lo precisa para lo que vendrá; su ejercicio de peregrino le enseñó que el aliento gastado sólo sirve para recordar que ya respiró aquellas ideas que le ampliaron el fiato y le sirvieron para crecer. Pero la pausa actual que impone la perplejidad ante algunas de las prácticas que resultan de la fertilización asistida no puede petrificarlo en la nostalgia de lo que quedó atrás. Asume lo ya aprendido como algo a superar y de lo cual hay que despedirse, sin que siempre sea necesario aniquilarlo. El gesto identitario del nómada es la despedida porque transita un adiós de sí mismo permanente. Y haberlo elegido lo deja sin asidero para los aspectos de su Yo que estuvieron originados en aquello de lo cual se despide. Noignora lo conceptual aprendido, pero no se ata a ello y autoriza la discusión acerca de lo que está escrito.
Corresponde preguntarse si los nuevos campos no podrán evaluarse a partir de una ampliación del concepto de inconsciente; es decir, preguntarnos si los paisajes descubiertos por los recorridos de Freud han sido suficientemente explorados o si aún caben aportes metapsicológicos, en particular los que se ocupen de rastrear algunos contenidos del discurso freudiano (por ejemplo la equivalencia mujer=madre que efectiviza en varios de sus trabajos) siguiendo criterios de una epistemología actual. Maldavsky sostiene que el nomadismo, como constructo ideológico montado sobre las prácticas de los nómades, puede asociarse con el modelo que ofrece la vida pulsional con sus componentes conservadores, por una parte y por otra, el permanente esforzarse de la pulsión hacia adelante, que incluye lo desconocido.
En consecuencia «se produce una insatisfacción entre lo que se anhela repetir y lo que se persigue como novedad en el mundo, con pronóstico de aventura; siempre permanece un resto, un plus pulsional debido al cual el ser humano avanza hacia adelante en busca de lo que sea».
La tendencia a la exploración y la importancia de lo nuevo concita una insatisfacción que puja por avanzar en contraposición con la convocatoria de experiencias anteriores asociadas al encierro y a la repetición. No faltan riesgos en la búsqueda de aventuras intelectuales: perderse en laberintos o irse por las ramas que pueden finalizar en la desorientación absoluta, que no es lo mismo que mantenerse a la deriva voluntariamente.
Palabras en la disposición nómade
Nómade equivale a traslado meditado, ajeno al espontaneísmo simplificador. Lo que importa es el camino y el encuentro con otro, y la negativa a adherir exclusivamente a lo conceptual y hermenéutico con matrices repetidas; los nómades disponen de sus propias métricas: ellas diseñan caminos imprevistos que no recorren aquellos que repiten, interminablemente, la retórica del tropezar cuando se encuentran con algo diferente.
Actualmente, no sólo escuchamos los sonidos que habitan cada uno de los vientos que recorren los desiertos que los nómades inauguran, sino que estos consultantes hablan con frases que nuestros textos universitarios aún no conocían: cuando una mujer soltera, que recurrió a la implantación de un embrión gestado por una pareja desconocida nos dice, comentando la pérdida del mismo: «Se me cayó», después de habernos descrito que «necesitaba y deseaba tener un hijo», produce un efecto que se diferencia notablemente del que produce una mujer que describe el aborto espontáneo de un embrión concebido con su compañero.
Su lenguaje recurre a una condensación y se la escucha como a quien describe algo penoso de modo bizarro; o como quien describe algo bizarro (implantación de un embrión ajeno) mediante una condensación de un objeto que ella posee con la acción de caerse. Se le cae de ella lo que no es de ella, pero que es propio (me) en tanto estaba en el interior de su cuerpo. Tanto un diente que se cae cuanto un objeto que se suelta no se asemejan al embrión de un hijo, no obstante, ella estaba dispuesto a promoverlo como tal.
La escucha de las diversas expresiones que se utilizan al protagonizar las prácticas de fertilización asistida reconoce que cada una de ellas encierra los fonemas básicos y elementales a las que el fonólogo Trubeszkoy en 1932 adjudicó contenidos con calidad inconsciente, marcando desde muy temprano las diferencias que a partir de ellos distingue a un niño de otro. Al margen de los lingüistas tradicionales, Trubeszkoy -que no dejó de señalar la presencia de leyes deductivas e inductivas- descubrió el significante material (que consideró la base del significado formal), asociado con lo inconsciente.
La producción del fonema produce cambios en la significación y debido a ello el rebote al significado originario no es lo mismo para todos: alcanza con pensar qué significa «ser madre» para quien se implantó un embrión ajeno. O recurrirá a un espermatozoide de un varón-otro-que-sucompañero.
Disposición nómade
Entonces, al hablar de nomadismo se produce un efecto de sentido que nos autoriza a pensar en una disposición nómade que resulta de las variadas combinaciones de los conocimientos que tenemos acerca de los nómades como pueblos y civilizaciones. Construimos abstracciones a partir de su modo de no afincarse y de buscar oasis, así como de sus maneras de producir estrategias de supervivencia y descubrir nuevos parajes; pero como nuestras abstracciones no pueden resumirse en una sola de las propiedades que caracterizan a los nómades, pensamos que se trata de una disposición porque resulta del efecto de un conjunto en el que la totalización de sus diversos niveles (o segmentos) logra fundar un sentido. Sentido que reclama utilizar diversas lógicas que contrastan lo unitario y repetido que el psicoanalista puede esperar (embarazo-parto según el modelo biológico) con lo azaroso actual.
Si no es lo imposible del cumplimiento del deseo, ¿cuál sería el impulso que conduciría al nómade a volver a caminar una vez que el remanso del agua anunció el oasis? La búsqueda del manantial que aporte conocimientos continuará intentándose fuera del propio saber, pero las perplejidades en que nos sumieron quienes recurren a la fertilización asistida nos sujetó, ineludiblemente, a un dilema ético que también se afinca en la producción de un nuevo ser cuyo origen ¿será el que nosotros/as pensamos que «debe ser»?
Deontológicamente, ¿podemos pensar solamente en quienes tenemos delante? ¿En qué y con qué nos comprometemos -o no- cuando acompañamos a los militantes de estas técnicas? (me refiero a las que incluyen gametas ajenas a la pareja o embriones producidos por desconocidos).
Quizá la libertad intelectual que podría ofrecer un pensamiento nómade podría encontrar en nosotros un asidero interior, subjetivo, que al decir de Maldavsky constituye la adscripción identificatoria con innumerables contenidos teóricos que nos incitaron a des-sujetarnos de los dogmas. Esta decisión des-sujetante podría funcionar con éxito, si antes, o en paralelo, logramos tomarle el pulso a este desafío ético.