Escuela para padres de Garcia Rubio
Editorial Lumen.Bs.As. 2009
Del Prólogo al volumen Escuela para Padres
Haber elegido el tema Escuela para Padres determinó que la autora tuviese que enfrentar el magma de prejuicios y creencias que, refugiado en algunas universidades, regula los pensamientos de sus alumnos y egresados a partir de una supuesta formación psicoanalítica y/o psicoterapéutica.
Todo aquello que el reduccionismo de los circuitos académicos decidió excluir de las aulas y paraninfos universitarios —por no coincidir con la canónica impuesta por un elitismo ingenuo— no solamente cae en la desventura de “lo falso y hereje”, sino que descalifica a quienes se arriesgan a cultivar dichos temas; también, interesarse en ellos
No fue sencillo para García Rubio investigar y rendir examen acerca de las Escuelas para Padres, sus historias, los porqués de su existencia, las demandas de las comunidades que solicitaban la presencia de quienes pretendían insertar sus conocimientos en prácticas que no habían sido santificadas por las convenciones ortodoxas —cualquiera fuese la teoría de base—, y orientarse hacia el diálogo con padres y madres que solicitaban opiniones, doxas y recomendaciones como soporte para sus dudas.
Se encontró con obstáculos semejantes a los que conocimos quienes, en décadas anteriores, habíamos osado registrar el pulso de la comunidad y crear una Escuela para Padres, que en la década de los sesenta se instituyó como un verdadero movimiento social en la Argentina. Interesa recordar su éxito y las treinta ediciones de los tres volúmenes de la obra, así como rememorar la coincidente oposición y descalificación que asumimos quienes, al margen —concretamente, en los márgenes— de las prácticas convencionales, hablábamos con los padres y las madres a partir de una filosofía que estaba muy lejos de buscar la facilitación de un consejo improvisado, sino sabíamos que estábamos apelando a prácticas que la historia de la civilización había pautado en el ámbito de la medicina, a partir de la transmisión de las palabras.
Eva Giberti