Revista El Periodista Nro 57-1985
Cuando yo era chica,hace tiempo ya, escuchaba cómo en mi casa hablaban de una mujer que «estaba en la política». La mencionaban con respeto pero como si se tratase de algo extraño.Y en realidad lo era en aquella época.
En otros sectores «la rareza» no era respetada; por el contrario, se la descalificaba: otros chicos crecieron en el asombro o el descrédito ante la militancia política de una mujer caracterizada como ajena a los problemas «típicos y esenciales» de la femineidad, aquellos que las recluían en el hogar, en la invisibilidad de la tarea doméstica y las ceñía exclusivamente a la demanda filial. Resultaba «mal visto» eso de meterse en política siendo mujer, y además entrañaba riesgos de toda índole.
Pasó el tiempo. Siendo adolescente-y como tantos jóvenes en aquel momento-asisti a una conferencia en la Casa del Pueblo. Me tocó bajar en el ascensor junto con ella. Con la petulancia ingenua de quien supone que su palabra puede resultyar trascendente le dije:»La felicito , doctora, por lo que usted hace…» Desatino total ¿Desde qué lugar podía yo felicitarla?…Debía haberle dado un beso y callarme la boca. Ella sonrió y me dio las gracias.
Pasó el tiempo. Alicia Morerau de Justo había dado pruebas inequívocas de su valor, de su tenacidad y de su compromiso político.Su nombre era un Nombre prestigiado.
Cierta vez yo debía hablar acerca de la mujer en una Fundación; eran los tiempos en los que el tema mujer se recortaba como una venturosa alternativa, como posibilidad de denunciar en nuevos espacios las opresiones y las impotencias. Ocupando mi lugar en el escenario, en mitad de la confeencia levanté la vista de mi texto y la encontré casi delante de mí, perdida entre las asistentes de las primeras filas. Sólo atiné a interrumpir el párrafo y a decir :»Aquí está Alicia Moreau de Justo…» y ya no recuerdo qué palabras utilicé para homenajearla, desconcertada por su presencia. Advertí que los términos de la situación estaban confundidos y que distribución debía ser otra :ella hablando y yo escuchando.
La busqué al salir:»Doctora,¿qué hace Usted aquí?» Me contestó :»Quería saber qué decía una psicóloga hablando de la mujer. Como soy médica…Pero me hubiese gustado que usted se refiriese un poco más a la mujer y a la política…»
¡Qué lástima Alicia, qué lástima…!En aquel momento no pude aprovechar el mensaje: la colonización intelectual que me había enseñado a creer en la asepsia y neutralidad de la tarea profesional me impidió comprender lo que Usted me estaba diciendo. La política era para mi, como para tantas otras, apenas una lontananza cargada de presagios.
No volvi a verla personalmente nunca más.
Pasó el tiempo. Setiembre 1973.Acababan de llevárselo a mi hijo Hernán y lo tenían desaparecido. Embadurnados por el miedo, la casi totalidad de amigos y conocidos no daban señales de vida a mi alrededor. Entonces, en el teléfono más «pinchado» de buenos Aires, el de mi casa, surgió la voz de Alicia:
-«Soy Alicia Moreau de Justo. Quiero hablar con usted. Qué noticias tiene de su hijo…?»
-«Ninguna doctora,ninguna…»
-«Mire Eva : usted sabe quien soy y lo que pìenso acerca de Peron. Conoce mi línea como opositora. Eso ahora no importa.Si usted quiere, yo lo voy a ver a Peron y le pido por Hernán; le pido por un joven de veinte años que se ha equivocado. Seguramente me va a escuchar…»
Recuerdo bien qué le contesté, pero el resto del diàlogo quedará entre nosotras dos.El trámite no se realizó pero ese ofrecimiento, jugado entre la vida y la muerte, fue parte de lo que nos ayudó a sobrevivir. El episodio me permitió medir, desde otra dimensión, qué entendía ella por política y mujer.(*)
Siguió pasando el tiempo.Actualmente Alicia Moreau de Justo es ovacionada cuando llega a la Plaza de los Dos Congresos para celebrar el 8 de marzo, Dia Internacional de la Mujer; en la misma ciudad donde donde grandes sectores la consideraban extraña y criticable su militancia partidaria y donde aún continúa siendo infinitamente difícil ocupar el lugar que ella impulsara para la política diseñada por la mujer. Pero donde ya no retrocedemos como no retrocedió ella cuando se trató de hacer política partidaria o construír la Política que nos compete como ciudadanas. La que promovió desde la Sociedad Luz de Barracas, desde el Congreso popular de Educación, o desde la Unión Feminista nacional, o en el Comité Pro Paz, en el Congreso Internacional de Obreras y en tantos otros territorios ocupados por los desposeídos y los humillados.
Lo que supo y pudo hacer tendiendo puentes entre su maternidad, su militancia política, su profesión y su matrimonio. Mostrando cómo se puede ser feminista y al mismo tiempo militar en política mientras se atiende la profesión, se cuida a los hijos y se acompaña al marido, poseyendo una identidad propia, aún siendo la «señora de».
Pudo hacer todo esto en la época en que parecía imposible lograrlo, sin optar entre una y otra pasión. Fue un modo de ser revolucionaria integrando las capacidades de la mujer.
Asi la encuentra su cumpleaños, en el apogeo de una persona que hoy día responde :»queda mucho por hacer. ¿O no cree acaso que hay mucho por realizar para hacer al hombre? El enemigo que debemos combatir es tan potente, desde tanto tiempo es fuerte, aplastó a tanta pobre gente sin reprocharse nunca nada, que realmente, todo lo que se pueda hacer es poco.»
Festejamos el cumpleaños de la coherencia y la tenacidad gracias a las cuales se sumaron horas-conciencia con las que se construyó buena parte de esta claridad y estas posibilidades que tenemos hoy para pensar y hacer desde el género Mujer.
Y como es válido levantar la consigna feminista «lo personal es político» , debo reconocer que, cuando mi hija adolescente aplaude emocionada viéndola entrar en la Plaza de los Dos Congresos mientras me dice con total naturalidad, sin imaginar que ése es el resultado de muchos años de coraje y tesón :»!Mamá!
¡Está llegando Alicia! !Qué maravilla de mujer!», yo resuelvo, en clave de esperanza, la fatiga que produce la lucha por la dignidad.
(*)Mi hijo Hernán fue un preso político desde setiembre 1973 hasta mayo 1986. Alicia Moreau de Justo se refiere al episodio en el cual lo detuvieron y desaparecieron durante una semana.
PD: Cariños para ambas , Gabriela e Irene.