Como parte de las «ponencias destacadas» que dan marco al Congreso Mundial que organiza elSigma, la autora introduce una problemática que aborda activamente, desde la prevención y el combate del delito nutrido de la circulación inducida de fotos y videos de niños y niñas. Hablamos del grooming, temática que preocupa por su avance mediante internet. Se trata lisa y llanamente de la captación y manipulación de menores con fines sexuales.
El Gran Planeta de las Pulsiones, allí donde Saint Exupery puso a meditar al Principito como un sufi en miniatura, fue arrollado por el desorden que la tecnología incorporó en la vida de niños y de niñas. Las pulsiones ordenadas por los cánones etarios impusieron el funcionamiento de los circuitos en la infancia, entre los 3 y 5 años, en la latencia, en la pubertad. Saint Exupery[1] se entretuvo en desandar pacíficamente los estadios evolutivos y dejo al Principito cultivando una rosa y soñando con un mundo repleto de baobabs. Fue el anticipo incruento de aquello que las pulsiones de los niños y niñas pueden hacer cuando toman la iniciativa y se encaminan ‒computadora en mano‒ hacia la meta de la pulsión para curiosear y sobre todo para no estar solos. A veces quieren estar solos para curiosear.
Así se introdujeron en el grooming, de la mano de los acosadores sexuales cibernéticos que son sabedores de los intereses y objetos de las pulsiones que laten en la niñez y en la pubertad. Los pedófilos y acosadores son personas pensantes y hábiles, expertos en premeditación (en eso se diferencian de los niños y las niñas) y no están como aquellos a merced de sus pulsiones (ni sexuales ni de ataque).
¿Cómo surge el grooming? Según Gustavo Sain[2]: “En la jerga de Internet, el delito se describe con el nombre de grooming –derivado del verbo en inglés to groom, preparar– y se define como el proceso de captación y manipulación de menores on line con fines sexuales. En líneas generales, el grooming tiene tres objetivos: concertar un encuentro real con el menor para concretar un abuso; el acoso virtual mediante relatos eróticos; y obtener material multimedia para la distribución de imágenes pornográficas: fotografías o videos a través de la cámara web en situación de desnudez. A diferencia de otros ilícitos virtuales que tienen lugar en lugares públicos como cibers y locutorios, este delito se comete generalmente en ámbitos privados y domicilios particulares, fundamentalmente a partir del riesgo de exposición del material a terceros”
Desde la creación de Internet fue posible inventar nuevos delitos, en este caso, gracias a la posibilidad de anonimato. Cuando se chatea no se sabe quien está del otro lado, exceptuando cuando sí se conoce al interlocutor.
Asi empiezan
Pero una niña de diez años puede aceptar el diálogo con un mocito que dice tener doce y que apareció en su facebook solicitándole amistad y contándole a que escuela concurre. También le dice que la conoce a ella. La conoce porque en su facebook la niña ha colgado su foto, su dirección, su número de teléfono y una foto de su dormitorio con sus juguetes favoritos. Pero el niño que la interpela muestra una identidad falsa. Es un pedófilo o un acechador dispuesto al abuso sexual.
Durante un tiempo que puede ocupar meses, la púber o la niña flirtea con él convencida que tiene un amigo interesante, dado que estos sujetos conocen la estrategia de los diálogos que se comparten entre niños, y progresivamente le solicita que se saque fotos en distintas posturas y se las muestre, aliviándose de la remera y del jean. La niña cede al pedido de su amigo con el cual está engolosinada porque es gentil, seductor, sabe hablar de muchas cosas y es diferente a los otros chicos.
El sujeto se apropia de las fotos, las copia y compagina su colección que puede utilizar para venderlas en el consumismo pornográfico –el menor de los riesgos– o utilizarlas para entablar una cita con la niña.
Ella, por su parte ha posado en poses atrevidas, haciendo mohines, poniendo trompitas o bajándose furtiva y seductoramente la ropa interior, de manera sugerente. Las niñas actuales –salvo excepciones que alguien conocerá– no solo han aprendido los estilos que la teve aporta, también ellas mismas, pulsiones por medio, inventan gestos que entre los ocho años y diez años no se hubieran cotizado en
la hora de catequesis.
Los pedófilos y acechadores esperan que se produzca la colección de fotos “comprometedoras”· Mientras se entretienen en el papel del amigo a quien la niña le cuenta todo. Ella no es tonta, es pulsional. Podría ser capaz de darse cuenta de la ficción si estuviera advertida, porque sus procesos cognitivos no han sido lesionados, pero no está advertida y la curiosidad, el afán de saber, la pulsión que la conduce en ese sentido es poderosa.
Una vez que el sujeto ha coleccionado la cantidad de fotos, y ha entreabierto diálogos en los que se mezcla la sexualidad, los deseos de “darle un piquito”, de acariciarla, de “tener algo juntos”, tentación en la que la niña ingresa ilusionada, porque está “haciendo cosas de mujer grande”, el producto para el consumo se encuentra disponible. Es lo que piensa el agresor. Entonces comienza el develamiento para la niña o el niño.
La develación del sujeto
“Tenemos que vernos personalmente” es la convocatoria “para salir juntos”. Si la niña ensaya algún remilgo se transforma la situación porque brotan las amenazas: “Si no salís conmigo voy a colgar tus fotos en facebook y en internet para que tus amigos las vean Y se las voy a mandar a tu mamá porque yo se donde vivís.”
Puede suceder entonces que la niña se aterrorice y consienta en asistir al convite donde no encontrará a un amiguito sino a un sujeto que la convencerá de lo interesante que le propone, como ir a una confitería, a pasear y le explicará que aunque no es un niño la quiere mucho. Con una sumatoria de estrategias extensas y complejas para ser explicadas en este texto puede lograr el convencimiento de la niña y precipitarla en su interés pedófilo. La niña mantiene su terror ante la posibilidad de ser descubierta.
El aviso a los padres
La otra alternativa es la que nos permite intervenir: la niña narra a sus padres en que situación se encuentra, venciendo sus vergüenzas y sus miedos. Así comenzaron los adultos a convocarnos, recurriendo al Equipo Brigada Niñ@s del “Programa las Víctimas contra las Violencias” del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación (en Argentina), que coordina la Lic. Carola Saricas. Hasta el momento y desde 2011 se han producido 48 intervenciones.
Una vez que la niña o el niño narra la situación no es difícil acceder a su computadora y rastrear los hechos. De allí la posesión de diálogos y fotos que la víctima facilita entre vergüenzas y pesadumbres para poder localizar al sujeto. Ése es un segmento de las intervenciones de este Equipo en complementariedad con la Fiscalía de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires especializada en Delitos Informáticos –la primera con esa característica en el país– a cargo de la Fiscal Daniela Dupuy. También les llegan los historiales y los casos derivados de pornografía que involucran a niños y niñas. Erróneamente denominado pornografía infantil: la pornografía, como el abuso sexual no son “infantiles”. Incluyen víctimas de adultos que delinquen.
La ley y la diferencia con el abuso sexual intraframiliar (por llamarlo de algún modo)
El artículo Nº 131 de nuestro código penal incorpora circunstancias muy variadas pero que tienen como punto en común la utilización de las nuevas tecnologías (internet, redes sociales, mensajes de texto, chats, whatsapp) para fines de explotación sexual de los niños, niñas y adolescentes. Se castigan todas aquellas acciones que utilicen cualquier tecnología de transmisión de datos para contactar a niñas, niños y adolescentes, ganar su confianza para inducirlos en prácticas no acordes con su edad, o para amenazarlos y cometer cualquier delito contra su integridad sexual.
Si bien no muchos países tienen tipificado el delito de grooming en sus legislaciones penales, en noviembre de 2013 el Congreso de la Nación sancionó la ley Nº 26.904, donde establece penas de hasta 6 años para aquellas personas que atenten contra la integridad sexual de un menor de edad en la República Argentina. Dos años antes habían llegado denuncias y consultas al “Programa las Víctimas contra las Violencias”.
Aunque en casos de grooming aparecen implicados conocidos de la niña o del niño, con cercanías familiares, este delito no tiene la envergadura intrafamiliar como el abuso sexual porcentualmente procedente de padres, abuelos, tíos y convivientes familiares.
La diferencia básica reside en que en el grooming la víctima no solo de forma conciente, si no aún ignorándolo, impulsa el delito. Por el contrario en el abuso sexual es víctima del agresor que si bien también actúa mediante la seducción, carece de anonimato: el pasaje al acto se produce cara a cara, y durante el proceso el niño o la niña suelen mantenerse inermes e indefensos[3].
Un pasaje al acto y la detención del sujeto
En el grooming los niños –11 años por ejemplo– suelen ser víctimas de sujetos que se fingen mujeres, como si fueran niñas de 12 ó 13 años, y les envían fotos –que afirman– “son de ellas” habitualmente con cierto perfil erótico.
En el caso Flopi Rodríguez[4] la supuesta “amiguita” eligió la foto de una niña que se mostraba dentro de una bañera en una pose provocativa, al mismo tiempo que le decía al protagonista: “Me gustás mucho”, para avanzar luego y preguntarle si “le gustaba hacerse la paja”. Afirmaba quererlo mucho y le pidió que con la cámara le mostrase el pito.
En este caso la madre descubrió la situación y realizó la consulta. El sujeto fue rastreado, de allí la importancia de mantener todos los datos que utilizó el niño en la computadora sin borrar ninguno, para que sea posible localizar al delincuente, que resultó ser profesor de educación física –que dictaba clases en un importante club de primera división del futbol argentino–. Tenía 24 años. Durante la investigación se descubrió que había creado varios perfiles de niñas destinadas a seducir varoncitos de entre 8 y 13 años, que son las edades preferenciales para seleccionar niñas y niños (para registrarse en las redes es preciso haber cumplido 13 años, pero…) y en este caso había elegido el sobrenombre de Flopi Rodríguez. Ésta fue la primera consulta que recibió la Brigada Niñ@s antes que existiera la ley.
Otros son los goces y sus interrogantes
El Gran Planeta pulsional de niñas, niños y púberes no modificó sus tiempos; sus pulsiones siempre estuvieron alertas del mismo modo a pesar de los intentos clasificatorios por edades que se regían por los antecedentes de Juanito y por los nietos de Piaget. Hablábamos de represiones de la representación y después del gran Otro que ahora el grooming instala con el beneplácito de los niños y niñas excitados y excitadas por lo que pueden hacer con sus cuerpos y sus maniobras informáticas. Actualmente desbaratan las clasificaciones merced a los recursos con los que cuentan y controlan dentro de la propia casa, al lado de sus guardadores y cuidadores que no los imaginan chateando en clave de porno temprano, menos aún exitándose con el envío de sus desnudeces enfocadas por ellos mismo en el entrecasa.
Las interpretaciones psicoanalíticas son muy interesantes en el diálogo con estos niños y niñas si cuentan –en sus encuentros con el profesional– qué es lo que están haciendo con esos amigos o amigas del más allá cibernético; la deóntica del psicólogo queda embretada al saber que está delante de un delito que apunta a la corrupción de menores (Código Penal).
Al margen de lo cual, niños y niñas están pulsando con peligros, no con riesgos, sino con peligros que han sido bautizados con un nombre derivado de la colonización intelectual que no cesa de imponerse.