Síntesis de un capitulo del libro LAS ETICAS Y LA ADOPCION,Ed.Sudamericana; 1997
Las eticas universales en el conflicto
Tanto el hecho de adoptar , como la responsabilidad de legislar y elegir quiénes serán adoptantes , y posteriormente la responsabilidad del adoptivo respecto de su origen , configuran un corpus cultural que hoy en día incluye circunstancias no previsibles, por ejemplo , asumir niños portadores del virus del sida (huérfanos de padres sidósicos) .
De ese corpus cultural también se desprende la necesidad de enfrentar a la comunidad que continúa solventando el tráfico con chicos, al mismo tiempo que comprobamos la existencia de profesionales que se han transformado en gestores de hijos adoptivos con el argumento de «facilitar los trámites».(Giberti E. 1996 )
Si admitimos la tesis de una cultura de la adopción como una afirmación provisionalmente dogmática destinada a enunciar algunos fenómenos actuales , desembocaremos en conflictos propios del área.Cabe entonces preocuparnos por las éticas que no fueron tema de estudio en la universidad y que permiten acercarnos de otro modo a los sujetos atreviéndonos a revisar la eficacia actual de éticas convencionales utilizadas con la estrictez imperiosa de «la ley» o «lo bueno» o «lo que corresponde».
Las éticas universales(convencionales) ¿podrán,actualmente y por sí solas, abordar las conflictividades que desencadenan los sujetos cuando intervienen o son sujetos de adopción? Quienes adoptan hoy en dia no se rigen por los mismos valores que se utilizaban en la década del 60 y protagonizan situaciones diferentes : por ejemplo , los padres adoptantes con frecuencia se divorcian , hecho que raramente se presentaba en las consultas de esa década . En aquella época tampoco contábamos con miembros de las fuerzas de seguridad que se apropiaban de los niños nacidos durante el cautiverio clandestino de sus madres en los campos de concentración organizados por el terrorismo de Estado; la restitución de estas criaturas, indebidamente caracterizadas como adoptivas , evidenció la confrontación entre diferentes éticas sostenidas por profesionales o por miembros de la comunidad.
«Procedo de acuerdo con mi conciencia»
Confiar en la propia conciencia oscila entre el medievalismo y el racionalismo extremo; se trata de una respuesta subjetiva teñida por un idealismo inmanente que resultaría de entender la verdad como certeza de una creencia . Una creencia que conduce a entronizar su verdad como tranquilidad de conciencia; si lo que se elige como verdad para la propia conciencia es la certeza de las propias creencias, dicha verdad dependerá de la postura agnóstica teológica u otra de cada persona. A ellos sumamos que las decisiones de la conciencia , que para innumerables func ionarios actúan como Ideal del Yo, son tributarias de las pulsiones(Giberti E.;1991, y Giberti E y Chavanneau de Gore ).
Al mismo tiempo, suponer de sumar experiencias podría dotarnos de sensibilidad, sensatez y conocimientos. la experiencia puede rigidificar creencias en lugar de abrir espacios para las dudas. Y como un plus de riesgo, la tendencia personal que nos llevaría a elegir conductas desafiantes cuando nos encontramos con situaciones complejas o con comportamientos no convencionales. es decir, poroyectar en la práctica nuestras propias tendencias desafiantes frente a lo convencional,lo cual no forma parte de la reflexión ética, sino que se erige en deslizamientos rumbo al «tener ganas de».
Un riesgo actual radica en que, quienes tienen responsabilidad respecto de los futuros adoptantes, o de los chicos que se encuentran internados en instituciones y adquirieron condiciones de adoptabilidad, no se decidan a ingresar en sus computadoras las discusiones que acerca delas éticas mantiene el fin del milenio.
No es una conjetura: los magistrados y profesionales que no titubean en afirmar :» Yo resuelvo los casos de adopción de acuerdo con mi conciencia» o bien :»Yo actúo de acuerdo con lo que la ética me indica, manteniendo mi neutralidad en cada circunstancia «, constituyen una legión formada por personas peligrosamente conformes con los postulados éticos considerados universales, monolíticos, incanjeables; además, convencidos de que sus decisiones están determinadas, monopólicamente, por sus conciencias.
Por su parte, los adolescentes adoptivos -en tanto adolescentes-no organizan sus vidas privilegiando el deber-ser ; también han comenzado a preguntar a sus padres :»¿- Por qué no le diste plata a la mujer que me tuvo, y entonces nos ayudaban a los dos sin separarnos? » y a veces afirman: «Seguramente tengo hermanos, quiero conocerlos » planteos que no pueden silenciarse pretendiendo que los hijos sustituyan estas dudas y convicciones por exclusiva gratitud hacia los adoptantes . Quienes así lo esperan son los padres que no logran registrar los deseos del hijo en esta dimensión.
Dimensíon que alcanza a quienes trabajan con adoptantes sin interesarse por el horizonte ontológico desde donde las éticas nos ofrecen nuevas metáforas,nuevas figuras ,nuevos sobresaltos para poder escuchar los discursos de quienes nos apelan.
Al respecto corresponde marcar un estilo de quienes estamos produ ciendo este libro : el principio ético que venimos sustentando tiende a desideologizar los contenidos de las éticas del ser y del deber-ser que sistemáticamente encontramos en las prácticas de la adopción.Esta sería la premisa crítico-positiva. Pero, al mismo tiempo, nuestra postura, en oposición a las que criticamos ,no intenta imponer normas ni regular las normas de los otros.Intentamos pensar en términos de una ética material que incluye las sobredeterminaciones inconcientes de deseo sin pretensión de universalidad.
La polisemia de los significantes, la eficacia de lo irracional y de lo inconciente, coadyuvan en la constitución de éticas que demandan unacomprensión de sentido para cada situación, es decir, una particularización ajena a los planteos estrictamente universalistas .
Las prácticas sociales reclaman normas que estimulen la convivencia :esta frase, escrita en América latina,nos retrotrae al tiempo de las utopías ya que, actualmente, las prácticas sociales que acompañan a la adopción se inscriben en el orden de la vulnerabilidad , la pobreza extrema y la exclusión, de cuyos territorios provienen, por lo general , las mujeres que proveen a los niños que serán adoptados.
En otro territorio, donde se alienta el deseo de un hijo, paradojalmente, los futuros padres esperan que un niño sea entregado. ¿Con cuál de las éticas habremos de encarar esta realidad que espanta a los adoptantes cuando la reconocen, porque no es ese escándalo ético lo que ellos concientemente quieren?
La cultura de la adopción incluye sus éticas, sus conflictividades , la extensión de sus conceptos y las intensiones de sus significados públicos, junto con las leyes de la entrega , las pautas del abandono y la clandestrinidad. Está emblematizada por la figura de una familia que logró triunfar sobre la recíproca desdicha que se establece entre una pareja que no puede concebir y el nacimiento de un niño excluído de la filitud original .