La evocación o el malestar. Un recurso político en salud mental

Los espejos de la desigualdad; Adriana Gomez editora; Cuadernos Mujer  Salud / 6; Red de salud de las mujeres latinoamericanas y del caribe, 2001

Por Eva Giberti
Que las mujeres son locas ( somos locas) es una idea que atravesó la historia de la humanidad. ¿Cómo se produjo?¿Por qué persiste?Son preguntas que reclaman un extenso análisis antes de responderlas. Por ahora sabemos que se trata de un significado colectivo que, en forma de asignación social enlaza la locura con el genero mujer.
Tal como vivieron innumerables mujeres durante siglos, soportando violencias de diversa índole y aliándose a menudo con los agresores por razones de supervivencia , fueron protagonistas de un clima demencial (propio de cada época y de cada geografía) que impregnó la historia de sus días.
Esa es una interpretación parcial puesto que las mujeres nunca constituímos, sólamente , una coalición de víctimas. Si leemos cuidadosamente la historia de la humanidad y la historia de las mujeres encontraremos que innumerables mujeres dispusieron de poder, que lo ejercieron o que contaron con posiciones de privilegio, y que por lo tanto no pueden ser incluídas en la categoría de víctimas, pero ése constituye otro nivel de análisis, el que la Historia demanda. Entonces es preciso discernir los niveles: por una parte , el historiador que trata de entender lúcidamente los hecho,s y por otra parte estamos nosotras participando en la construcción de la historia, práctica que incluye la necesidad de transformar los hechos y las realidades.
Un clima demencial
¿Por qué caracterizo como demencial el clima (social, psicológico y politico) que impregnó el ambiente en el que transcurría – y aun transcurre – la vida de tantas mujeres?
Porque leer en los periódicos que miles de ellas son golpeadas por sus maridos, y que otras miles son violadas en ciudades o en descampados, forma parte de los hechos considerados habituales, esperables y carentes de novedad, asi como otras tantas mueren por falta de atención médica (postparto, abortos clandestinos o infección por VIH) termina siendo un dato incorporado por las estadísticas y sólo recientemente convertido en denuncia mediante las redes organizadas por los grupos de mujeres. En cuanto a las mujeres negras y las aborigenes que sobrellevan discriminaciones especificas que les impiden incorporarse normalmente en el «concierto de las naciones» sólo resulta insoportable para ellas y para quienes están alertas acerca del tema. La persistencia de estos ataques (entre otros) perpetrados en el siglo XXI autorizan a pensar que la práctica de la violencia contra las mujeres constituye en-si-misma , una tradición que sirve como antecedente y soporte para las nuevas violencias que operan , por citar solo algunas, en determinadas aplicaciones de las nuevas técnicas reproductivas y en las actuales estéticas de la pornografía.
Lo demencial resulta no sólamente de los hechos reiterados y sostenidos sino de la naturalización de los mismos durante siglos. Demencial es una palabra que se refiere a un extravío de la mente y se utiliza para hablar de quienes han perdido la razón. Me refiero a lo demencial en el sentido de la naturalizacion y trivialización de la violencia. Violentar a las mujeres como se las violentó y se continúa haciéndolo forma parte de un extravio de la razón que a menudo se explica y justifica argumentando que» ser violento es parte de la condición humana», o bien, «esa violencia siempre existió». Lo cual significa que la condición humana precisaría víctimas en las cuales descargar una violencia que sería propia de la especie. Hasta el momento parecería que las mujeres, niños y niñas y los mas débiles en general constituyeron el campo propiciatorio para que esa condición humana pudiera expresarse. Es un argumento que se opone a las posibilidades de cambios que las mujeres inauguramos y propiciamos y que las leyes pretenden incorporar en la vida social.
La intoxicación del psiquismo
Si durante siglos hemos vivido inmersas en un clima carente o deficitario de racionalidad, cuyos efectos visibles se traducen en golpes y discriminaciones ¿cuál podrá ser el resultado de transcurrir la historia de nuestros dias respirando ese clima? ¿Cuál el efecto en nuestra vida psiquica? Es obvio que vivir en un ambiente impregnado por una demencia socializada, una sinrazón popularizada tiene que actuar de manera negativa en el psiquismo. De hecho asi sucede: las mujeres vivimos psiquicamente intoxicadas , arrastrando las historias que el género padeció durante siglos; podemos conocerlas o no, recordarlas como apoyatura para avanzar en la lucha por los derechos que nos corresponden o tratar de olvidarlas. Pero existe una transmisión psicológica, que se translada a traves de las generaciones y que, de manera inconciente actualiza lo que sucedió durante siglos.
La memoria y las politicas en la palabra evocadora
Las violencias contra el género demandan una lectura política que sea capaz de utilizar los datos de la Historia (recordando el genocidio padecido por las «brujas» en la Europa Medieval,por ejemplo), y los aportes de la Psicología para construir una lectura desintoxicante.
No es casual que introduzca la memoria en un articulo que se ocupa de las violencias asociadas con la salud mental puesto que memoria tiene la misma raíz que mente : men , que se refiera a la capacidad intelectual de los seres humanos, más aún, al espíritu de las personas. La memoria no remite exclusivamente a la capacidad de recordar como un ejercicio mental , sino al evocar que significa «hacer salir llamando», es decir, comprometiendo la propia voz para interpelar a otr@s. Precisamos recordar y evocar cómo durante siglos se negaron nuestros derechos ya que dicho ejercicio fortalece la pasión que necesitamos para defenderlos.
El clima demencial se infiltra sin que se lo reconozca , probablemente porque lo respiramos como parte de lo «normal». Las violencias visibles y las que quedan enmascaradas o convertidas en invisibles se han constituído en norma socializada. Las frustraciones y sufrimientos derivadas de esta tradición instituyente de violencias han sido estudiados formando parte del campo de la que se considera salud mental y asi desembocamos en un concepto que describe el malestar de las mujeres.
El malestar
Malestar es una palabra que se utiliza habitualmente para referirse al estado de ánimo y a determinadas características de la salud mental. Palabra que traduce la presencia de una cotidianidad en estado de irritación, tristeza y de tensiones pulsantes y sofocadas ante las diversas manifestaciones de las violencias. Tensiones que a menudo desean hacerse notar, tornarse reconocibles y audibles pero sometidas a la sofocación para que no molesten ,para que no irrumpan en los ordenamientos patriarcales ; innumerables mujeres-prioritariamente aquellas que carecen de posibilidades de expresión y de acción y no están resignadas- debieron entrenarse en asfixiar las tempestades que impregnan sus psiquismos .
Cuando la ira estalla debido al hartazgo ante situaciones injustas e intolerables, difícilmente encuentra la letra capaz de explicar el rechazo de los abusos. Entonces aparece en forma sintomática, en apariencia del «ataque de nervios» que nos caracterizó como histéricas. Pero esa misma ira saturada por la razón y traducida en palabras , por saber que «una tiene razón» es la que debería aparecer en lugar del sintoma. La ausencia de palabras nos posiciona como locas y a posteriori suele acompañarse con la vergüeza , la desazón y la culpa por el estallido.
Pero tengamos en cuenta que si no hubiera existido esa tendencia a irrumpir mediante una conducta no convencional , con frecuencia carente de verbalizaciones precisas, algunos procesos sociales no hubieran ocurrido. Lo sabemos muy bien quienes somos :las Madres de la Plaza de Mayo y las Abuelas de la Plaza de Mayo, referentes éticos e imbatibles en la lucha por la vida y en defensa de la democracia, constituyen un paradigma de aquellas que fueron llamadas las locas de la plaza.
La palabra malestar no parece suficiente para describir el estado de ánimo que quizá cobija iras acumuladas. Malestar es una palabra leve, tibia y constipada
( en tanto ciñe , amontona y compacta cosas sueltas para que ocupen el menor espacio posible).Sin duda es correcta en tanto y cuanto expresa la transformación de esos estados desesperados , a veces furiosos, en un ronroneo insomne y malhumorado, carente de palabra capaz de defenderse y denunciar. No obstante, el vocablo malestar-utilizado como descripción prioritaria y privilegiada de alteraciones en la salud mental de las mujeres- al no translucir la indignación que subyace en determinadas alteraciones psiquicas y físicas – queda vinculado con la banalización -trivialización de la violencia.
La banalización de las violencias
La banalización es un mecanismo que , en lugar de conectar el propio lenguaje con las propias vivencias y los propios deseos, lo organiza para que diga lo que se supone que el/la otr@ quiere escuchar. Se crea un discurso dirigido a otr@ (imaginario o real) que dispone del poder político y del económico. A veces se banaliza cuando se supone que el/la destinatari@ del discurso es alguien injusto y especulador a quien convendrá mantener neutralizad@. Estos son algunos de los motivos por los cuales algunas mujeres componen esta clase de discursos apoyando proyectos ligados con la injusticia y la especulación , asociandose con el poder político y económico, ajenas a las solidaridades que los padecimientos de otras mujeres demandarían.
Son aquellas que sostienen que en materia violencias «siempre fue asi», que «no es para tanto», que hay mujeres que «se buscan lo que les pasa», que los hombres también padecen violencias, que ellas nunca fueron discriminadas ni violentadas y que las mujeres también son violentas.
Desde otra perspectiva encontramos a las mujeres que no se indignan frente a las violencias padecidas porque aún mantienen su estatuto de esclavitud, subordinación y / o sometimiento (distinguiendo las diferencias entre cada una de estas categorizaciones).En cuyo caso la palabra malestar reclama algo más que el tono difuso que el vocablo convoca; y nos remite a procesos inhibitorios o represivos, que se enlazan en las psicopatologías asociadas con las variables sociales. En estos cuadros, la palabra, cuando se pronuncia, suele expresarse mediante la queja que apenas alivia y no modifica la cronicidad de la situación.
El recurso politico de la evocación
La ausencia de palabra pronunciada en clave de protesta o reclamo se paga al precio del propio cuerpo y favorece la aparición de cuadros psicosomáticos , dicho sea en el colmo de la simplificación clínica. Este artículo no intenta avanzar en una exposición teórica acerca de la salud mental. Se limita a plantear asociaciones entre dicha concepción de la salud,las violencias contra el genero y las alternativas que ofrece la lectura política del tema.
Al asociar la politica con la palabra que evoca se introduce, la voz «hacer salir (al/a otr@) llamandol@», aunque dicho llamado, inicialmente autorice la ira y el grito propios de la indignación. En un segundo momento se encuentra o se crea la palabra que organiza los argumentos y entonces se sustituye la ira por el reclamo de justicia y la reivindicación. Para que el sintoma (locas, histéricas) deje de serlo se requiere letra, es decir, que las mujeres hablen de lo que les sucedió en otras épocas y describan lo que les sucede ahora, cuando padecen violencias socialmente naturalizadas; recordemos que los síntomas- que evidencian psicopatologías o que denuncian malestares en sus diversas modalidades – están asociados a la toxicidad del clima que impregna con violencias la vida de las mujeres.
La evocación conduce a usar la propia voz para verbalizar los recuerdos de las injusticias sistematizadas , para reclamar por ellas y para proponer soluciones y /o proyectos en voz alta.
Al evocar hablamos de nosotras actualizando porciones de historia que explican y justifican las razones y las lógicas de nuestras propuestas y reclamos.O sea, propiciamos la recreación de un clima social que prevenga las violencias, que repare a las victimas actuales , que destituya la naturalización demencial de las violencias contra la mujer. Y que sancione a quienes persistan en ellas.
La denominada salud mental, que es un concepto gestado en los ámbitos patriarcales de la salud pública regulados por la Medicina tradicional, requiere el ajuste de contenidos que proviene del campo de la salud y el bienestar de las mujeres. Lo que implica que , cuidar y defender nuestra salud mental precisa que utilicemos criterios sociopolíticos como herramientas personales para escucharnos interpelando a quienes corresponda , y para diseñar , entre todas, las concepciones de esta dimensión de la salud según nuestras necesidades y aspiraciones.

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